Solo seis ocupantes sobrevivieron: una azafata, un técnico de aviación, un periodista y tres jugadores.
Hacia las diez y diez de la noche, el vuelo 2933 de LaMia desapareció del radar cuando estaba por aterrizar en el aeropuerto internacional de Rionegro, que sirve a la ciudad de Medellín.
El avión que había partido de Bolivia cayó en el Cerro El Gordo, ubicado a unos 2.600 metros de altura en el municipio de La Unión.
El club que en 2009 disputaba la cuarta división, se había embarcado rumbo hacia su primera final internacional frente al Atlético Nacional de Colombia por la Copa Sudamericana 2016.
Las investigaciones revelaron que el aparato iba corto de combustible y con sobrepeso. El fallecido piloto fue responsabilizado y una decena de funcionarios de la aerolínea y del Estado están presos en Bolivia.
Camino a la montaña, hoy conocida como Cerro Chapecoense, Luis Albeiro Valencia, de 53 años, levantó en su pequeña finca el único monumento que recuerda en La Unión lo ocurrido hace un año.
En lo alto de un palo está una réplica en madera del avión a pequeña escala junto a dos columnas de ladrillo, una de ellas coronada con las llantas del tren de aterrizaje y la otra, con un balón apenas inflado.
Los últimos objetos, asegura, le fueron obsequiados por su ayuda durante las labores de rescate.
“Esto es para recordar, para que no los olviden, porque con el tiempo seguramente todos se olvidarán de ese morro”, dijo a la AFP este agricultor.
Debajo del tren de aterrizaje está un álbum con los nombres y rostros de los fallecidos y sobrevivientes.
Homenajes
El Atlético Nacional, que cedió el trofeo de la Sudamericana a los brasileños, encabeza los actos de conmemoración en La Unión, donde develará una placa en memoria de las víctimas en el parque central.
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También se oficiarán dos misas, una de ellas en la montaña donde cayó el avión, según los organizadores. La jornada incluirá un minuto de silencio y el sobrevuelo de una aeronave de la Fuerza Aérea de Colombia.
El Nacional además entregará lápiz y papel a quienes asistan al partido del sábado por la liga local para que escriban mensajes de solidaridad al Chapecoense.
Las notas quedarán guardadas en una “cápsula del tiempo” que los brasileños podrán abrir cuando celebran sus 50 años, en 2023.
Uno de los asistentes al homenaje será Andrés Congote, de 23 años y quien hace uno se desempeñaba como jefe de operaciones de bomberos de La Unión.
Fue uno de los primeros en llegar al cerro esa noche de lluvia y neblina del 28 de noviembre. Congote aún recuerda lo que les dijo a sus 16 compañeros socorristas cuando supo que el avión siniestrado era el del Chapecoense.
“Vamos a trabajar con todo. Hay muchos muertos, y esta gente venía por una ilusión, y aquí quedó”. El joven bombero tenía comprada la boleta para ver jugar a su equipo, El Nacional, en la frustrada final.
En Brasil, el club ‘Huracán’ decidió no realizar ningún acto por “respeto a quien quedó y respeto por los buenos recuerdos”, pero abrirá las puertas del estadio Arena Condá para los visitantes, que contarán con un espacio especial para oraciones.
Además, el túnel que lleva de los camerinos a la cancha será adornado con las imágenes de los fallecidos celebrando victorias.
El estadio también acogerá la vigilia “algunas luces nunca se apagan”, organizada por la Diócesis de la ciudad de Chapecó, y luego los asistentes partirán en una procesión hacia la catedral San Antonio, donde se realizará un acto religioso.
Las campanas sonarán a la hora exacta del accidente.
El renacer
Tras el golpe de muerte de hace un año, el Chapecoense debió afrontar una dolorosa reconstrucción cargada de altibajos, pero logró salvar la primera categoría en 2017.
De los tres futbolistas que sobrevivieron solo el lateral Alan Ruschel volvió a jugar con el equipo, tras una recuperación casi milagrosa.
Mientras el arquero Jakson Follmann perdió la pierna derecha, y el defensa Helio Neto, el último de los sobrevivientes en ser rescatado, todavía está en recuperación y su regreso a las canchas está previsto para el próximo año.
Los otros dos ocupantes que se salvaron de morir, la azafata Ximena Suárez y el mecánico Erwin Tumiri, retoman de a poco sus vidas en Bolivia, la primera como modelo y conferencista motivacional. Casi todos volvieron a volar.