El fútbol fue algo injusto con Suiza, que durante casi todo el encuentro llevó las riendas de un encuentro en el que se vio las caras con la sorpresa agradable de Francia 2016.
Gales, semifinalista en la pasada edición, inició la Eurocopa ilusionada pero con el nombre de Gareth Bale demasiado acaparador en todos los medios.
El todavía jugador del Real Madrid no cumplió las expectativas. Con Gales se transforma y se esperaba que en el Estadio Olímpico de Bakú dejará atrás su imagen irregular del curso en el Tottenham para dar un golpe encima de la mesa.
Con nombres Fabian Schär, Granit Xhaka, Xherdan Shaqiri, Breel Embolo o Haris Seferovic en el once, el equipo de Petkovic estaba casi obligado a tomar las riendas para iniciar con buen pie la Eurocopa y espantar su fama de selección intocable en las fases de clasificación y débil en las finales.
Y, aunque tardó quince minutos en tomar las riendas del choque, consiguió lo que quería. Fue fácil, porque Rob Page apostó por encerrarse en su campo con el gigante Kieffer Moore como islote a la espera de un contragolpe y, salvo alguna cabalgada de Daniel James, siempre eléctrico y endiablado, Gales no hizo nada.
En una de las arrancadas de James, Gales disfrutó de su única gran ocasión. El jugador del Manchester United sacó un centro magnífico desde la banda izquierda que cabeceó Moore y que salvó Yann Sommer con una gran parada. Eso fue todo. Con Bale desaparecido, Aaron Ramsey escondido y el timón Joe Allen inoperante, Gales se dedicó a sobrevivir.
Salió indemne antes del descanso porque a Suiza le faltó puntería. El combinado helvético pudo marcar con un taconazo magnífico de Schär que despejó Danny Ward y con tres disparos de Seferovic que se fueron a las nubes. El último, clarísimo, al borde del descanso, marcó el inicio de la exhibición de Embolo, que con un gran movimiento dentro del área provocó una ocasión clarísima que desaprovechó su compañero.
El gol de Suiza y la reacción de Gales
El hambre de Embolo no se frenó en el vestuario. Saltó al césped desatado, poderoso, fuerte e imparable. Con una confianza terrible encaró rivales en cada ocasión que pudo. Y, en una de ellas, obligó a Ward a mandar la pelota a un córner que después fue gol. Él mismo cabeceó el lanzamiento de Shaqiri e hizo justicia en el marcador.
A Gales no le quedó más remedio que adelantar líneas. Ya no valía esperar fallos del rival mientras se escondía en su parcela del terreno de juego. Tenía que ir a por el empate. Y, de repente, cambiaron las tornas y Suiza se convirtió en el contragolpeador.
Salvo otro intento de Embolo que rozó el segundo con un disparo que lamió el palo izquierdo de la portería de Ward, durante la última media hora Gales, con más empuje que cabeza, se lanzó a por el empate. Lo consiguió. Fue Moore, en una jugada de pizarra a balón parado en un córner, quien firmó tablas con un buen cabezazo.
Sin muchos argumentos, Gales había encontrado petróleo. Suiza pagó caro su pecado, encerrarse atrás cuando mandaba con claridad en el partido.
Y pudo ser peor, porque el combinado de Page olió la sangre y en los últimos minutos fue a por la victoria. No la consiguió e incluso se llevó un susto con un tanto anulado por el VAR de Gravanovic. Al final, el 1-1 no se movió del marcador y Suiza se llevó un sofocón por un conservadurismo inesperado. Moore se encargó de resucitar a un moribundo.