Zidane entre los técnicos más laureados, el que más títulos aportó en un menor espacio de tiempo; Cristiano Ronaldo tras hacerse hueco a base de goles y récords entre los futbolistas más grandes de toda la historia del Real Madrid. A la altura de Alfredo Di Stéfano. Dejaron huérfano al conjunto madridista tras sentir ambos que sus etapas llegaban a su fin.
El técnico sin querer encarar un profundo cambio en una plantilla que sintió ya no mejoraría todo lo que había dado. El delantero por una lucha de ego, enfados continuos y no sentir un trato especial del presidente Florentino Pérez. Con un inevitable trasfondo económico desde que su nombre se vio implicado con problemas con Hacienda, negociaciones truncadas y comparaciones que le impulsaron a tomar una decisión.
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Hasta su adiós y dejar un vacío imposible de cubrir, el Real Madrid inició un 2018 instalado en una montaña rusa de la que no se baja. Eliminado en Copa del Rey por un Leganés que conquistaba el Bernabéu y daba la vuelta a la eliminatoria de cuartos, cerrando dignamente una Liga en la que se había quedado sin opciones en diciembre y jugándose todo a una carta, en su competición fetiche, una Champions que volvía a conquistar con otra exhibición de poderío en la final frente al Liverpool.
Esa noche de Kiev acababa un ciclo difícilmente equiparable. Tres técnicos en un año. El relevo de Zidane era una herencia compleja de gestionar. Lo recibió Julen Lopetegui, que sacrificó todo lo que tenía, la selección española y un Mundial, por cumplir el sueño de entrenar al Real Madrid que se convirtió en pesadilla.
Comenzó perdiendo la Supercopa de España y seis derrotas en 16 partidos unidas a la sensación de no ser capaz de variar el rumbo, provocaron una etapa fugaz. Nada estaba perdido en la temporada, con vida en todas las competiciones y la directiva encontrando el relevo en la casa, con la 'formula Zidane' de apostar por un ex jugador formado como entrenador en la cantera y sin experiencia en elite. Santiago Solari era la apuesta y, pese a dos derrotas sonoras y triunfos sin brillo, el Real Madrid volvió a acostumbrarse a ganar.
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El Mundial de Clubes lo corroboró y fue el broche a un año en el que inscribió su nombre en un récord casi imposible de igualar, rey de Europa y del mundo tres años consecutivos, pero comenzó a ver normal la derrota. Un total de 60 partidos disputados, trece derrotas y diez empates. En busca de una estabilidad necesaria para alcanzar sus retos de un nuevo año.
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