En total colocó ocho, casi a ras de césped y algo inclinadas, a diferencia de anteriores finales, en las que se colocaron cuatro y a una altura más elevada. Todas sirvieron para calibrar el estado de ánimo de los aficionados madridistas a lo largo de los 90 minutos.
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Los aficionados del Real Madrid pasaron por diversos estados a lo largo de la final. Hasta el tanto de Casemiro, el 1-2 en el minuto 61, sufrieron por la incertidumbre en el resultado. Sobre todo en la primera parte, en la que el Juventus dominó al equipo de Zidane y pudo cambiar el sentido del encuentro.
Eso sí, antes del golazo del croata Mario Mandzukic, el Bernabéu vivió su primer estallido con el tanto de Cristiano Ronaldo. El gol del portugués, el primero del choque, provocó un aumento de los decibelios en el Bernabéu. El griterío fue ensordecedor y sólo el gol de Mandzukic, seis minutos después, silenció a la grada.
Así estuvo casi hasta el tanto de Casemiro. Pero el Real Madrid reaccionó, comenzó a dominar el encuentro y la diana de Casemiro volvió a desatar una locura que se incrementó con el tercero, obra de Cristiano, y con el cuarto, de Marco Asensio, casi al final.
El público del estadio blanco, ya en calma con un resultado casi decisivo, aplaudió el partidazo de Isco, a quien dedicó varios cánticos, y celebró con antelación un título muy deseado.
El pitido final del árbitro, el alemán Félix Brych, provocó un nuevo estallido, el enésimo del Bernabéu, que fue una olla a presión pese a no contar con sus jugadores. Cerca de 70 mil seguidores blancos vibraron con la Duodécima.