Entre medias, Morata, el goleador, falló un penalti para haber acomodado la ventaja y la victoria mucho antes, tras una maravillosa acción de Joao Félix, tan intermitente, incluso desaparecido a veces, casi todo el partido como extraordinario en ese instante. Después, con molestias en el gemelo izquierdo, se marchó lesionado.
El nuevo Atlético no es tan nuevo. En una era diferente, sin duda, por las salidas de futbolistas tan esenciales en su historia reciente como Godín, Filipe, Juanfran y Griezmann, tiene nuevo sistema, al menos en la primera jornada, el 4-3-1-2 con el que partió en el Wanda Metropolitano, sin Diego Costa, baja por sanción, y, por ahora, estrena ocho futbolistas en la presente temporada.
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Tres desde la alineación. Nada más. Concretados en los laterales, con Kieran Trippier y Renan Lodi (expulsado en el minuto 42), que potencian una posición sin tantas herramientas y transcendencia en el último curso, y uno en el ataque: el aclamado Joao Félix. A su lado, Oblak, Koke, Saúl, Thomas, Morata, Savic, Giménez y Lemar.
Todo muy reconocible. La esencia, los mecanismos, siguen intactos. Quizá porque no van a cambiar tanto o nada o quizá porque todo está aún en rodaje. Hay matices. Por ejemplo, el rombo del medio, con Lemar entre líneas y las bandas liberadas para dar vuelo a los laterales, o la destreza con la pelota en algunos pasajes, capaz de desbordar desde el balón, la paciencia, como en el 1-0.
Nació de un pase largo. El desarrollo fue todo lo contrario; una serie de toques y una circulación larga que debió volver hacia atrás para tomar impulso hacia adelante, el que le dio Thomas, el elegido finalmente para el medio centro por delante de Marcos Llorente, cuando abrió hacia un certero Trippier. Su regalo en forma de pase lo recibió el ambicioso y ágil Morata, eficaz en su primer remate.
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Era el minuto 23, la primera ocasión de todo el encuentro y la única real del primer tiempo. No hubo más. Apenas un tiro posterior a medio camino entre el centro y el disparo de Fajr que salió por unos centímetros entre la indecisión que provocan esa serie de golpeos en cualquier guardameta, incluso en el mejor del planeta.
Hecho el gol, el nuevo Atlético también es el Atlético de Simeone de siempre. Lo sintió el Getafe, cuya reacción se quedó en un amago. Aplicado en su inabordable orden, sin ningún riesgo más del necesario cuando obtiene la más mínima renta, el equipo rojiblanco esperó para explotar el contragolpe. O para sentenciar a la mínima.
La ocasión se la ofreció Joao Félix. En 54 minutos, no había aparecido apenas. Pero tal es su capacidad, su destreza, su talento, que, en un instante, recorre 60 metros mientras desborda rivales. A tres. A uno -Arambarri- con la sutileza de un túnel; a otro, Fajr, con la fuerza para aguantar su embestida; y al último -Bruno- con una velocidad y una conducción imparable hasta el penalti. La pena máxima se la paró David Soria a Morata. Era el minuto 55.
Para entonces, cada uno había perdido un efectivo: el Getafe a Jorge Molina, por roja directa en el minuto 36, porque pisó en el tendón de Aquiles a Thomas. Y eso ahora se castiga con la expulsión. El árbitro debió visionar la repetición. Y el Atlético a Lodi, cuyo debut duró 41 minutos. En apenas dos, vio otras tantas amarillas.
Después, ya superada la hora de partido, el equipo rojiblanco también lamento la lesión de Joao Félix. Sintió una molestia aparentemente en el gemelo izquierdo. Al instante fue sustituido por Marcos Llorente, al que recurrió Simeone, que también jugó la baza de la grada, mientras su equipo se iba más hacia atrás, sentía el susto de un tiro al larguero de Ángel… Y vencía. Otra vez por 1-0.
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