Sin embargo, el último de los tres capítulos tuvo un final tan inesperado como vergonzoso, que volvió a poner al futbol argentino en el escaparate mundial.
El confuso episodio en la salida de la plantilla millonaria en el túnel para el segundo tiempo tuvo como saldo cuatro jugadores que sufrieron queratitis química y un partido suspendido tras una hora y 14 minutos de una inexplicable espera con ambas plantillas en el campo de juego.
Leonardo Ponzio, Leonel Vangioni, Ramiro Funes Mori, Matías Kranevitter fueron derivados al Instituto del Diagnóstico desde el estadio, donde le realizaron estudios y el cuerpo médico millonario determinó un reposo de 72 horas.
La Bombonera, fue clausurada este viernes por la justicia tras la suspensión del superclásico argentino por octavos de final de la Copa Libertadores.
En esa tensa espera, los actores protagonistas de la noche no contribuyeron para tratar de apaciguar este verdadero papelón argentino de escenario sudamericano.
Los jugadores de River, víctimas principales de esta noche de locura, en el medio del campo de juego con sus discusiones con la policía, sus pares de Boca y los delegados de la Conmebol no encontraron la serenidad necesaria.
La plantilla xeneize no resultó la mejor anfitriona y estuvo más preocupada por demostrar su predisposición para continuar el encuentro de cara al futuro de la serie que en preocuparse por la salud de sus pares millonariosy la posibilidad de serenar a sus simpatizantes.
Los integrantes del operativo policial con su despliegue en el campo de juego luego de los incidentes, tras fallar en la prevención y con su irritabilidad característica, tampoco supo como actuar en estado de emergencia.
Los directivos del club anfitrión no pudieron asegurar el correcto desenvolvimiento de un partido de futbol en la Bombonera, mientras que sus pares visitantes sumaron a la confusión general cuando saltaron al campo intempestivamente tras el incidente.
El árbitro Darío Herrera, en su debut internacional y en un superclásico, estuvo muy contemplativo ante la inacción de las autoridades de la Confederación Sudamericana, que debieron esperar el llamado telefónico desde Asunción del presidente Juan Ángel Napout para suspender el partido.
El futbol argentino escribió otra página negra de su historia, esta vez potenciada por el contexto de su superclásico que definía una serie internacional de Copa Libertadores.
En una noche de gala, donde Boca Juniors y River Plate esperaban brindar un superespectáculo para el mundo terminó ofreciendo un superescándalo, que no hace más que entristecer al abatido futbol argentino.