“Baile”, era la palabra más repetida en el mismo estadio donde la “canarinha” sufrió hace poco más de dos años su más humillante derrota: el 7-1 contra Alemania en las semifinales del Mundial de 2014.
“Tite supera el trauma de Belo Horizonte”, señalaba el portal UOL para explicar la emoción por la gran victoria obtenida nada menos que sobre el archirrival deportivo de Brasil. “¿Alguien todavía cree que esta generación no es buena?”, se preguntaba también un comentarista, para pedir inmediatamente después: “calma”.
El arranque de Tite con la selección ha sido meteórico: Cinco victorias en cinco partidos, 15 goles contra uno recibido, y líder de la eliminatoria sudamericana para Rusia 2018, tras asumir al equipo en el puesto seis y hundido en la depresión tras la vergonzosa eliminación en primera ronda en la Copa América Centenario.
Poco más de cuatro meses pasaron desde entonces. Y sólo dos desde que Tite celebró su primera victoria en Ecuador.
El comienzo estuvo “por encima de lo que imaginaba”, dijo el técnico, modesto, tras la noche mágica en la que Neymar y compañía demolieron a la Argentina de Lionel Messi y la hundieron en una crisis similar a la que sufría hasta hace poco Brasil.
Experto
Sus jugadores fueron mucho más generosos con él. “Es la experiencia del profesor. La energía que tiene, que se contagia bastante a nuestro grupo”, decía Daniel Alves tras el partido.
“Eso es lo que la gente quería para la selección brasileña”, agregó. “Brasil volvió a ser Brasil”. Los comentaristas elogian desde hace semanas el fútbol dinámico y ofensivo de Tite, que ya llevó al éxito al Corinthians en la Liga con una receta similar.
“Transparencia, democratización, excelencia, modernidad”, resumía el propio selcecionador sus objetivos en la conferencia de prensa en la que comunicaba en junio que asumiría el cargo después de que la selección Sub-23 disputase los Juegos Olímpicos de Río.
Y aunque para muchos la recuperación empezó con el oro olímpico que Brasil ganó en agosto por primera vez en su historia, la modernización, tras los años grises de Carlos Dunga en el banquillo y el fútbol pobre de Luiz Felipe Scolari en el Mundial de 2014, llegó con Tite.
“Estuvo reinventando”, consideró Dani Alves. “Es algo que se lleva ahora, una forma diferente de jugar y leer el fútbol, que es lo que la mayoría de los grandes equipos están haciendo”, dijo el ex lateral del Barcelona y actual jugador de la Juventus en Italia.
Tite sumó más recursos a su repertorio en la cálida noche de Belo Horizonte. Después de dominar casi siempre a sus rivales (Ecuador, Colombia, Bolivia y Venezuela) en los encuentros previos, Brasil cedió en el Mineirao a menudo la pelota para liquidar a Argentina con contragolpes letales.
Si la primera misión de Tite parecía únicamente evitar que la “selecao” quedase fuera del Mundial, ésta quedó prácticamente cumplida después de cinco partidos.
En Belo Horizonte, el técnico que confesó horas antes del clásico que no podía dormir por la presión, también borró el recuerdo del “Mineirazo” ante Alemania. Y con Brasil convertido otra vez en Brasil, quizá ya pueda soñar con el sexto título mundial en Rusia 2018.