Para Bartra, el gran miedo del equipo después de sufrir el atentado, en el que también resultó herido un policía, era no saber si ya estaban seguros o se iban a suceder más ataques.
“Esa incertidumbre fue quizás lo peor de todo”, explica el jugador, quien recuerda que todo comenzó con un fuerte y repentino estallido.
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“Noté una onda expansiva que venía de un lado, después un gran dolor en el brazo. Mis oídos pitaban. En realidad ya sólo oía los pitidos y los gritos sordos de Roman, Nuri y Schmelle (Marcel Schmelzer). Girtaban: Marc, al suelo, échate.
Al principio estaba como paralizado. De mi brazo goteaba sangre”, relata.
Bartra recuerda que logró echarse en el suelo y que un calor impresionante se extendió por todo su cuerpo.
“Tenía que llorar y estaba a poco de perder la consciencia. Entonces ya llegó nuestra fisioterapeuta Swantje. Me daba bofetadas una y otra vez y gritaba constantemente que no me durmiera y me echaba agua en la cara. Todo ocurrió en diez minutos, pero a mí me parecieron horas”, señala.
Respecto al único detenido como presunto autor del ataque, en prisión preventiva desde el pasado 21 de abril, Bartra subraya que no se merece que le dedique ni un sólo segundo de su tiempo.
“Odiarlo ya sería prestarle demasiada atención y por eso no lo hago. Le daba totalmente igual el daño que le ha hecho a mucha gente”, señala.
Con el atentado contra el equipo, que viajaba en el autobús al estadio para jugar el partido de ida de cuartos de final de la Liga de Campeones contra el Mónaco, el presunto autor pretendía provocar un desplome de las acciones y lucrarse así con la venta de los títulos al precio pactado cuando adquirió sus derechos de venta.