Desde los 7 años, Mayra sintió una fuerte atracción por el atletismo. “Estudiaba en una escuelita que se llama Lavarreda. El profesor Carlos Morales me ayudó a empezar en el deporte, a correr. Llegué a los 11 años participando en carreras dominicales”, recuerda Herrera.
Aunque disfrutaba correr y soñaba con lograr grandes cosas en esta disciplina, la marcha acaparó su atención, cuando en 1999 el marchista nacional Julio Martínez impuso un récord mundial en 20 kilómetros, en Alemania.
“Cuando Julio Martínez hizo el récord del mundo, el profesor Carlos Morales nos enseñó la técnica de la marcha. Varios compañeros decidimos practicar este deporte”, confiesa Mayra Carolina.
Aunque desde niña comenzó en el deporte, su carrera ha tenido altibajos. Ha sido una vida “llena de momentos difíciles”, que no la han tumbado.
Nació el 20 de diciembre de 1988.
En 1999 tomó el gusto por la marcha, inspirada por Julio René Martínez.
Ocupó el quinto lugar en el Campeonato Nacional de España, en Pontevedra.
Terminó en el puesto 46 —de 58 marchistas—, en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Su mejor marca en la prueba de 20 kilómetros, es de 1:30.41 y la consiguió en Taicang, el 3 de mayo del 2014.
“Mi mamá es madre soltera. Somos siete hermanos. Ella casi no tenía estudios, pero es una persona muy trabajadora. Estoy muy orgullosa de ella. Soy quien soy por los valores que ella me enseñó. Se ha tenido que sacrificar toda su vida por nosotros”, cuenta Herrera Pérez, con mucho orgullo.
“La que se parece a un ángel: sociable y carismática”, es el significado de Ángelica, la madre de Mayra, y quien ha sido eso precisamente para sus hijos, un ángel.
“Mi madre tuvo que irse a Estados Unidos en búsqueda del sueño americano. Es mi ejemplo a seguir. Se sacrificó tanto por nosotros”, asegura la deportista nacional, con mucha nostalgia, pero sobre todo, con agradecimiento.
Mayra recuerda que cuando doña Angélica se fue a Estados Unidos quedó a cargo de sus hermanos. “Ella quería una mejor vida para nosotros y me quedé con la responsabilidad de mis hermanos. Ha sido algo bien difícil, pero poco a poco y con la ayuda de Dios he podido salir adelante”, confiesa Mayra, marchista que está lista para los Juegos Olímpicos de Río.
Rayito de esperanza
José Ángel es el nombre del pequeño que transformó la vida de Mayra. Que le dio un nuevo sentido y se convirtió en su nueva inspiración para levantarse todos los días y superarse por un futuro mejor.
“Ser madre es lo mejor que me ha pasado en la vida. La llegada de José Ángel cambió mi manera de ver la vida”, dice Mayra, sobre su hijo de 5 años.
La relación de madre e hijo se ha ido alimentando de amor, confianza y paciencia. A pesar de la corta edad de José, ha sabido entender la carrera de Mayra y la apoya de manera incondicional, aunque eso implique que por momentos se tengan que distanciar por competencias y campamentos de preparación en el extranjero, tal es el caso de los Juegos de Río que se disputarán en agosto.
“Es la mejor relación que puedo tener. El salir fuera del país es uno de los más grandes sacrificios para mí, desde que nació mi bebé. No puedo compartir con él suficiente tiempo, por los viajes y entrenamientos; sin embargo, hemos aprendido a convivir con ello, tanto él como yo”, asegura.
Las justas de Río se disputarán del 5 al 21 de agosto, y Mayra tendrá allí su segunda aventura olímpica, después de Londres 2012. Llega con nuevos deseos de brillar y mejorar lo antes logrado.
“Siento un mayor compromiso que el que tenía en Londres. Me siento más comprometida por todo el apoyo que me han brindado. Sé que los atletas no podemos ofrecer cosas, pero sí puedo decir que daré mi mayor esfuerzo y todo por mi país. Trataré de hacer la mejor competencia de mi vida”, comenta Herrera, quien tenía tan solo ocho meses de estar entrenando con Rigoberto Medina, cuando consiguió la marca para los Juegos Olímpicos de el 2012.
Con más años de experiencia, la marchista espera utilizar eso a su favor, e inspirada porque los guatemaltecos pueden lograr lo que se propongan, como Érick Barrondo en Londres 2012. Sueña con dar una alegría incomparable a su país en Río de Janeiro.