La meta de Adriana es participar en unos Juegos Olímpicos y aunque ha tenido que superar pruebas, solo han hecho que su fortaleza sea cada vez mayor y no descanse hasta poder lograrla, ahora con el tiro.
Los primeros pasos
Sus primeras rutinas las hizo a los 3 años en la academia Internacional Cubano de la mano de Paola Bonilla y Gerson Ramírez. Junto a ellos cosechó sus primeros triunfos como la medalla de oro en la Primera Copa de Gimnasia Giovanna Pappa en septiembre del 2000.
Mientras pasaban los años crecía el amor por la gimnasia artística. A los 5 años empezó a entrenarse en la Federación con Karla Bonilla, hermana de Paola, quien la siguió formando. A los 8 años ya era una atleta de alto rendimiento, siempre junto a Karla y a Juan Pablo Monterroso.
“Era una niña muy disciplinada. Cuando se le daba una asignación para su preparación física era de las pocas que sabíamos que las cumplía al pie de la letra, sin necesidad de supervisarla o exigirle. Desde pequeña mostró mucha disciplina y carácter para poder cumplir sus metas”, afirmó desde Atlanta, Estados Unidos, su exentrenador Juan Pablo Monterroso.
Ruano era parte de esa nueva generación de la gimnasia artística que estaba destinada a brillar, según Monterroso. En el 2005 con 10 años se consagró, campeona Panamericana de Gimnasia, al ganar todas las medallas de oro la categoría infantil A del Campeonato Panamericano Interclubes infantil y juvenil que se disputó en Cancún, México.
Los sábados, Adriana experimenta una nueva faceta en su vida: da clases de gimnasia y acrobacia en una academia de baile. En el Festival Deportivo Internacional, Ruano acompañó durante su presentación a la gimnasta Marcela Bonifasi, quien se entrena con Karla Bonilla y Juan Pablo Monterroso, en Estados Unidos. Las atletas han coincidido en la casa de los Monterroso Bonilla y habían compartido sus experiencias. “Adriana comparte nuestra filosofía. Por su trayectoria, calificaba para estar al frente de Marcela. Ella tuvo experiencia competitiva de alto nivel”, comentó Karla.
Adriana admitió que aunque estuvo nerviosa, fue una experiencia única el poder acompañar a Marcela, quien logró la clasificación a los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Barranquilla.
Sus éxitos no fueron producto de la casualidad sino de la constante preparación y entrega, concuerdan sus entrenadores.
Todos los días realizaba dos jornadas de entrenamiento para perfeccionar sus movimientos en los cinco aparatos. Antes de ir al colegio su primera parada era en la federación, y a la salida nuevamente se dirigía al gimnasio para seguir con la práctica que terminaba a las 21 horas.
“Adriana tenía las cualidades físicas para la gimnasia, flexibilidad y fuerza, lo mostró desde pequeña, pero sobretodo posee amor y voluntad. Ella tenía pasión por el deporte y estoy seguro que la sigue teniendo”, consideró Monterroso.
“Hablar de Adriana Ruano, es hablar de una atleta con un alto nivel de compromiso, responsable, disciplinada y apasionada por el deporte. Es una persona respetuosa, amable, amigable y con gran corazón”, manifestó su exentrenadora Karla Bonilla.
La relación entre Adriana y sus entrenadores Monterroso y Bonilla iba más allá del gimnasio, los sigue uniendo un fuerte lazo de amistad y cariño. Algo que ellos tienen muy presente es que para un cumpleaños de Adriana, fueron a su casa y la encontraron viendo un video de las finales de gimnasia artística de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Mientras lo veía muy emocionada les narraba la actuación de las competidoras, conocía bien el número de dorsal con el competían, el color del leotardo que usaban y cada movimiento que realizarían.
“Recuerdo que ella nos decía que ese era su mayor sueño, poder estar en unos Juegos Olímpicos”, dijo Monterroso.
Prueba difícil
Mientras su carrera iba en ascenso y cada día se acercaba más la posibilidad de poder cumplir sus sueños. En el 2011 ya trabajaba con los entrenadores rumanos Adrián y Elena Boboc, sin embargo, 20 días antes de competir en un torneo clasificatorio para Londres 2012, le detectaron una lesión en la columna, que la podría dejar en silla de ruedas si seguía en la gimnasia.
“Fue algo muy duro para mí. La gimnasia fue mi pasión toda la vida. Cada día giraba todo en base a ella, el estudio, los entrenamientos, las competencias. Estaba muy cerca de cumplir mi más gran anhelo”, lamenta Adriana.
“La fortaleza me la dieron mis padres, —Luis Fernando y Ginny— quienes siempre me apoyaron. La decisión de no ir a competir la tomamos juntos porque por mí, hubiera ido, pero ellos junto con Karla y Juan Pablo me hablaron de los riesgos. Si iba podría quedarme en una silla de ruedas para toda la vida”, recuerda.
Adriana no se dejó vencer y demostró ser una gran guerrera, luego de un año de terapias y de utilizar un aparato para recuperarse de la lesión en la columna en enero del 2013 aceptó la invitación de Rodrigo Zachrisson que además de ser un tirador destacado, es buen amigo de su hermano, Fernando Enrique, y empezó una nueva aventura en el tiro de armas de caza.
Aunque el tiro y la gimnasia son deportes muy distintos, considera que el deporte es algo que la complementa como persona.
“Es el tiempo que puedo dedicármelo a mí, en el que me puedo relajar, concentrarme. Es una pasión. El disparar en una competencia es demostrarme lo que he podido lograr durante todos estos años”, dice con una sonrisa.
La ahora tiradora además de ser una atleta de alto rendimiento no ha descuidado su carrera profesional. Este año, aunque se le ha complicado realizar los entrenamientos de tiro, realiza sus prácticas profesionales de nutrición en un hospital, y aprovecha cada tiempo libre para seguir perfeccionándose en el tiro.
“Adriana es alguien que se dedica a todo lo que se propone y trata de cumplirlo al cien por ciento. No se da por vencida. Ha tenido momentos duros pero siempre pone buena cara a cualquier situación”, asegura Waleska Soto, compañera de Ruano en el foso olímpico.
En los Juegos Olímpicos de Río 2016 tuvo la oportunidad de estar como voluntaria y vivió una experiencia única, por lo que se esforzará para que en Tokio 2020 logre tener la oportunidad de representar a Guatemala en las justas, porque para ella las barreras no existen.