Deporte Nacional

De Tecpán para el mundo

La aldea Chuachalí, del municipio de Tecpán, concibió hace 19 años a un tímido y talentoso corredor, a quien sus padres nombraron Alberto González. Un pequeño que se crió en una casa de adobe y madera, acogido por una envidiable área verde y apoyado por 10 hermanos mayores.

González posa junto a su familia. (Foto Prensa Libre: Norvin Mendoza)

González posa junto a su familia. (Foto Prensa Libre: Norvin Mendoza)

El atleta sensación de la última edición de los 21K de la Ciudad de Guatemala, quien fue segundo de la prueba y el mejor exponente nacional, no ha tenido un recorrido fácil para llegar a donde se encuentra.

“Yo tengo cinco hermanos y cinco hermanas, y soy el último de ellos. Mi papá es agricultor y mi mamá es ama de casa; hemos tenido una vida dura, pero gracias a Dios ahorita estoy muy bien”, reconoce González.

En un pequeño pueblo de pocas opciones para desarrollarse en distintos ámbitos profesionales, y con escasez económica, en el año 2012 llegó la 52 edición de la Vuelta Ciclística a Guatemala. La quinta etapa (Antigua – Molino de Las Flores – Tecpán) fue crucial para que la vida de Alberto diera un giro total.

“Yo fui a ver la Vuelta Ciclística, cuando tenía 16 años. Fue mucha emoción y dije que un día quería ser un atleta así. Eran muchos los sentimientos y nació en mí el querer brillar de esta manera, pero en el atletismo”, recuerda.

El deseo del joven guatemalteco no quedó en eso; inmediatamente inició a correr y exteriorizó su pasión por el atletismo. Sus hermanos y su mamá le ofrecieron su apoyo incondicional.

“Mis hermanos siempre me han apoyado, desde que les dije que quería correr. Al igual que mi mamá, en cambio mi papá, él no. Él hasta ahora me está respaldando  un poco”, confiesa Alberto.

Un par de semanas después de la decisión, el corredor se inscribió en su primera competencia. Una carrera dominical en la aldea Xetzac; quedó en segundo lugar, y eso fue suficiente motivación para asegurarse de su talento y buscar apoyo.

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Esfuerzo constante

“Después de esta carrera pensé en buscar una escuela de atletismo. Entonces, guiado por mi entrenador Luis Martínez, bajé a la Federación. Empecé a entrenarme a las 9 horas, después de salir de mi trabajo, a las 4 de la madrugada. Los domingos entrenaba una hora y 45 minutos de fondo. Las sesiones eran en la montaña, cerca de donde vivo”, cuenta Alberto.

Sin titubeos, aunque sí con un leve temor a lo desconocido, Alberto le dijo a Luis Martínez que quería venir hacia la capital para federarse; su entrenador lo ayudó.

“Cuando bajé por primera vez a Guatemala, vine a federarme. Solo me trajeron y después ya no sabía cómo regresarme. Pregunté a la policía y al final logré volver a mi pueblo, pero fue muy duro porque yo no sabía nada de aquí y me dio miedo. Ahora sí ya sé cómo es la capital y puedo llegar bien, pero antes no sabía nada de cómo funcionaban las cosas. Fue una experiencia difícil”, expresa.

El fondista nacional se dedicaba a tejer cortes de mujeres para Joyobaj, municipio de El Quiché, una habilidad que le permitió por mucho tiempo ejercer este arte como un trabajo para subsistir y colaborar con los gastos de su casa.

“Ahora me mantengo con lo que gano en mi trabajo; gracias a BAM, porque  soy parte del equipo, mi situación ha mejorado. Antes apenas me alcanzaba para mi pasaje para venir a entrenarme a la capital. En este momento se gasta más porque vengo  al Mateo Flores, los martes y los jueves, y los domingos compito”, relata el deportista.

Desde su segundo lugar en el Medio Maratón Max Tott, disputado en enero de este año, Alberto hizo su gran aparición y fue entonces cuando llegó la recompensa del apoyo económico de parte del equipo BAM. Este hecho le ha permitido extender sus límites y soñar sin barreras.

Satisfacción

“Estoy muy agradecido con Dios porque nunca imaginé que iba a llegar a este nivel. Bueno, sí lo imaginé, pero no creí que iba a ser todo tan rápido. También agradezco a mi patrocinador, porque quiero ganar cosas para Guatemala. Me siento muy feliz”, reconoce.

Cuando estaba acostumbrado a un entrenamiento duro en la montaña, ahora Alberto González tiene dos sesiones a la semana en la capital, en donde trabaja fuerza y vallas.

“Aquí estoy recibiendo los ejercicios científicos y eso me está ayudando mucho con la zancada. Antes solo hacía fondo en montaña y ruta, pero lo nuevo que estoy haciendo me está ayudando a subir mi nivel”, asegura.

Alberto ya no trabaja tejiendo ropa típica; ahora, con el apoyo de su patrocinador, se dedica a entrenar, a estudiar primero primaria y a apoyar a su familia en la construcción de su casa.

Quizá con poca experiencia en su hoja de vida, pero sí con la certeza de que el trabajo acompañado de talento trae resultados positivos, el atleta juvenil está ansioso por los nuevos retos que llegan a su vida.

“Ahora quiero ganar la San Silvestre”, reconoce, con una sonrisa. “Espero que Dios me lo permita. También me estoy preparando para competir en una importante carrera en Xela. Eso sí, tengo un sueño, que es clasificar a los Juegos Olímpicos y ganar una medalla”, comenta, con un anhelo ambicioso que no parece inalcanzable por el ritmo acelerado de superación que ha venido mostrando desde sus inicios.

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