Aun así, en esos dos años inciertos, de más sombras que luces, donde Nadal reconoció que llegó a sentir ansiedad, ganó cinco de sus 71 títulos ATP, lo que indica el nivel de exigencia al que nos tiene acostumbrados el balear.
Pero la enésima resurrección de Rafa ha llegado en este 2017, después de superar una lesión de muñeca que le obligó el año pasado a retirarse de Roland Garros, a jugar mermado los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro -pese a lograr la medalla de oro en dobles con su amigo Marc López- y a aligerar considerablemente su calendario la segunda mitad del curso pasado.
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Y como no podía ser de otra manera, el mejor Nadal ha vuelto en la temporada de tierra batida, su superficie favorita, donde sigue siendo el rey indiscutible, donde nadie en la historia ha ganado más que él: 51 títulos ya, dos más que el argentino Guillermo Vilas.
En este 2017 ya había demostrado que volvía a estar entre los elegidos, al regresar a una final de Grand Slam tres años después -perdió la del Abierto de Australia ante Roger Federer- y también caer como finalista en Miami -de nuevo ante Federer- y Acapulco, contra Sam Querrey.
Hace nueve días, por fin estrenó su palmarés esta temporada, proclamándose por décima vez campeón del Masters 1.000 de Montecarlo, al derrotar al belga David Goffin, entonces en el puesto 13 del ránking ATP, y en la final a su compatriota Albert Ramos (6-1 y 6-3) , uno de los jugadores más en forma en el polvo de ladrillo.
Y ayer domingo, hacía lo propio en la capital catalana, donde se adjudicaba su décimo Godó al deshacerse en hora y media (6-4 y 6-1) del austríaco Dominic Thiem (9), el primer top-ten al que se ha enfrentado este año en arcilla.
En estas dos últimas semanas, Rafa Nadal ha ganado con la autoridad de antaño a sus diez oponentes. Sin sufrir con su saque y además exhibiendo una sorprendente efectividad en la red.
Solo el británico Kyle Edmund le robó un set en su debut en el abierto monegasco y lo hizo después de que el mallorquín le endosara un sonrojante 6-0 en la primera manga.
Nadal hará ahora una pequeña pausa en su actividad antes de encarar los torneos de Madrid y Roma, previos a Roland Garros, que empieza en poco más de un mes y que, obviamente, tiene marcado en rojo en el calendario. “Voy a irme un par de días al mar a desconectar. Ahora toca estar tranquilo y disfrutar del momento”, dijo tras ganar ayer.
Aunque Madrid llegará en un buen momento de forma, Nadal sabe que, en el circuito, todo puede cambiar en un instante, ya que el año pasado sufrió allí la lesión en la muñeca que arruinó su segunda mitad de temporada: “Iré con la tranquilidad y humildad de saber que me va bien, pero sabiendo que todo se puede torcer rápidamente”.
Y es que el próximo reto del exnúmero uno del mundo sería gigantesco para cualquiera menos para Nadal: ganar diez veces Roland Garros, algo que no ha conseguido ningún tenista en la historia de este deporte, ni en ese Grand Slam ni en ningún otro torneo.
Seguro que ese era uno de sus objetivos para este año: convertirse en un jugador 10 en sus tres torneos de tierra favoritos Ya solo le queda París, donde espera regalarse otra Copa de los Mosqueteros para su trigésimo primer cumpleaños.