Para recordar
Fiel a su estilo, Sharápova, de 32 años, anunció en sendas revistas de moda su “adiós” al tenis, deporte que le permitió convertirse en un icono del deporte a nivel mundial, tanto por sus talento en las pistas como por sus condiciones físicas y su capacidad para coleccionar portadas.
Empuñó la raqueta a los 4 años
Ahora, todo es brillo en la vida de Masha (diminutivo de María), pero sus inicios no fueron fáciles. Como ella relata en su artículo, vio por vez primera un partido de tenis a los cuatro años.
“Era tan pequeña que mis piernecitas colgaban del banco en el que estaba sentada. Tan pequeña que la raqueta que empuñé era dos veces más grande que yo”, señala.
Tennis showed me the world—and it showed me what I was made of. It’s how I tested myself and how I measured my growth. And so in whatever I might choose for my next chapter, my next mountain, I’ll still be pushing. I’ll still be climbing. I’ll still be growing. pic.twitter.com/kkOiJmXuln
— Maria Sharapova (@MariaSharapova) February 26, 2020
Eso fue en el balneario ruso de Sochi (Rusia), donde conoció a Yevgueni Káfelnikov, quien le regaló una raqueta. Otra leyenda del tenis se cruzó en su camino, Martina Navratilova, quien recomendó a sus padres que se la llevaran a EEUU.
En busca del “sueño americano”
Le hicieron caso (1994), aunque sólo con 700 dólares en los bolsillos de su padre, Yuri, su principal mentor en los primeros años de su carrera.
El famoso Nick Bolletieri, descubridor de talentos como Agassi o Courier, no tardó en apreciar el talento natural de María, mientras su padre pagaba el alquiler y las cuentas trabajando en la construcción.
Con 9 años, Sharápova ya había conseguido sus primeros contratos publicitarios con Prince, marca de raquetas de tenis, y Nike, y a los 15 ya fue finalista júnior de los abiertos de Australia y Wimbledon.
Saltó a la fama mundial en 2004 al derrotar a la todopoderosa Serena Williams en la final de Wimbledon, cuyo público se quedó prendado de esa chica rubia de 1,88 metros.
“Wimbledon parecía un buen lugar para empezar. Era inocente a los 17 años, aún coleccionaba sellos”, reconoce en su artículo.
La cima de mundo
Se convirtió en 2005 en la número uno del mundo, aunque su segunda victoria en un Grand Slam tuvo que esperar hasta 2006 en el Abierto de Estados Unidos.
Aunque sólo ganó una vez en Australia (2008), tuvo en bonito idilio en ese torneo, cuya final alcanzó en otras tres ocasiones.
Entonces, la carrera de Sharápova se vio truncada por las lesiones, especialmente en el hombro, una maldición que le persiguió hasta su retirada más de una década después.
Esas lesiones le obligaron a cambiar su forma de jugar. El resultado no se hizo esperar, ya que en 2012 y 2014 ganó en la arcilla de Roland Garros, algo impensable al comienzo de su carrera.
“La tierra del Abierto de Francia puso al descubierto todas mis debilidades. Para empezar, mi incapacidad para deslizarme y me obligó a superarlas. Dos veces. Estuvo bien”, indicó.
Durante varias temporadas libró un feroz duelo con Serena Williams, aunque ésta le derrotó tres veces en finales del Grand Slam y al final la dejó atrás hasta conquistar 23 grandes.
También logró su sueño de ser medallista olímpica -la plata en los Juegos de Londres 2012- y ganó la Copa Federación en 2008 con Rusia, cuya ciudadanía conserva pese a vivir en EEUU la mayor parte de su vida.
“Mi fuerza mental siempre ha sido mi mejor arma. Incluso si mi rival era más fuerte, más segura de sí misma, incluso si jugaba mejor, podía ganar y lo hice”, señaló.
El dopaje, su momento más bajo
Su momento más bajo lo vivió en 2016 cuando la tenista rusa fue suspendida por dos años por la Federación Internacional de Tenis por consumo de Meldonium, fármaco que se utiliza para combatir los problemas cardiovasculares.
Sharápova pidió perdón y una segunda oportunidad, no en vano su inventor y el presidente ruso, Vladímir Putin, no consideran el Meldonium una sustancia dopante.
Aunque más de un tenista le dio la espalda, el Tribunal de Arbitraje Deportivo le rebajó la sanción a quince meses.
Durante la sanción demostró que tenía un brillante futuro fuera de las pistas. Escribió una biografía, cursó estudios en Harward y participó en películas y programas de televisión.
Paradójicamente, regresó a las pistas el 26 de abril de 2017, coincidiendo con el aniversario la tragedia de Chernóbil, pero ya nunca volvió a ser la misma.
La retirada
Decidió recoger sus bártulos y abandonar las pistas en el último Abierto de EE.UU. donde fue infiltrada una vez más en su hombro, tras lo que entendió que el mero hecho de pisar la pista ya era una victoria.
En total, disputó más de 800 partidos a lo largo de su carrera con 36 títulos y su último partido lo disputó en enero de este año en el Abierto de Australia, donde cayó en primera ronda ante la Donna Vekic (6-3 y 6-4).
“¿Cómo dejas atrás la única vida que has conocido? Al dar mi vida al tenis, el tenis me dio una vida. Lo echaré de menos todos los días. Echaré de menos el entrenamiento y mi rutina diaria. Levantarme al amanecer, atar primero mi zapatilla izquierda y cerrar la puerta de la pista antes de dar el primer raquetazo del día”, se pregunta ahora.
Sharápova parece tener la respuesta: “El tenis ha sido mi montaña. Mi camino ha estado lleno de valles y giros, pero la vista desde la cima era increíble. Con todo, después de 28 años y cinco Grand Slam, estoy lista para escalar otra montaña, para competir en otro tipo de superficie”.