A sus 27 años, la joven habla por primera vez con un medio internacional para denunciar las agresiones sexuales que los entrenadores de su país infligen a las deportistas.
Corea del Sur es famosa por su tecnología puntera y sus estrellas del K-pop, pero también es una potencia en el ámbito deportivo, uno de los dos únicos países asiáticos que acogieron los Juegos Olímpicos de Invierno y de Verano.
Es un país relativamente pequeño, pero está a menudo entre los 10 primeros países en el medallero olímpico y domina disciplinas como el tiro con arco, el taekwondo y el patinaje de velocidad sobre pista corta.
“Traidoras”
El sistema de campos de entrenamiento, que se parece al modelo comunista que se encuentra por ejemplo en China, se considera como una de las causas de los éxitos deportivos surcoreanos. Pero es también un terreno propicio para los abusos, especialmente en el caso de los menores de edad, cuya vida está estrechamente controlada por los entrenadores.
“El entrenador era el rey de mi mundo, dictaba todos los aspectos de mi vida diaria, desde la forma de hacer los ejercicios hasta el momento en el que debía acostarme y lo que debía comer”, explica Kim.
Su entrenador fue despedido cuando varios padres se quejaron de su “comportamiento sospechoso”, pero simplemente cambió de centro, sin ninguna acción judicial en su contra.
Muchas víctimas guardan silencio porque hablar significaría despedirse de sus sueños de celebridad.
“Las que hablan son marginadas y acosadas porque se las considera como 'traidoras' que avergonzaron el deporte”, dice Chung Yong-chul, profesor de psicología del deporte en la Universidad Sogang de Seúl.
Un estudio realizado en el 2014 por el Comité Olímpico y Deportivo de Corea indicaba que una de cada siete deportistas había sufrido abusos sexuales el año anterior, pero que el 70 por ciento no había pedido ayuda.
“Los padres de muchas víctimas menores renuncian a denunciar cuando un responsable deportivo, en general un amigo del agresor, les dice: '¿Quiere destruir el futuro deportivo de su hijo?', explica Chung Hee-joon, comentarista especializado en cuestiones deportivas.
Juego, set y partido
La plaga alcanza hasta el más alto nivel. Choi Min-suk, entrenador del equipo de curling en los Juegos de Invierno del 2014, dimitió tras haber sido acusado de acoso sexual por las jugadoras, pero logró encontrar otro equipo.
Shim Suk-hee, patinadora de velocidad en pista corta, quien ganó cuatro medallas olímpicas, entre ellas un oro en Pyeongchang, acusó a su entrenador de golpearla decenas de veces. Tuvo que recibir cuidados médicos durante un mes.
Cho Jae-beom reconoció haber maltratado a la patinadora y otros miembros del equipo nacional para “mejorar sus resultados”.
Kim Eun-hee ganó el bronce en dobles en el festival nacional del deporte surcoreano, pero los jadeos de los deportistas en la pista le recordaban a su violador y le daban angustia.
Siguió jugando al tenis y se cruzó con su agresor durante un torneo celebrado hace dos años.
“Estaba aterrada al ver que mi violador había seguido entrenando a jóvenes jugadoras de tenis durante más de 10 años, como si nada”, cuenta.
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“Pensé: 'no voy a dejarle continuar a agredir a niñas pequeñas'”, dice Kim, quien decidió presentar una denuncia contra su agresor.
Durante su juicio, Kim y cuatro de sus amigas testificaron contra él, y este fue condenado a 10 años de cárcel en octubre.
Kim, que se retiró de la competición, enseña ahora el tenis a niños en una sala de deportes municipal.
“Verlos reír y divertirse jugando al tenis, me ayuda a curarme. Quiero que sean deportistas felices, no como yo”, cuenta.
“¿De qué sirve ganar medallas olímpicas y convertirse en una celebridad deportiva si hay que ser golpeado y agredido para conseguirlo”.
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