Mientras, al otro lado del planeta en las famosas playas de Río, multitudes vestidas de verde y amarillo festejaban con banderas, música y baile. Seis años más tarde, la cita está a la vuelta de la esquina. Y a menos de ocho meses de la ceremonia inaugural, la música dejó de sonar y nadie baila de alegría.
Brasil encara los Juegos Olímpicos de 2016 en medio de una profunda recesión económica, inestabilidad institucional por un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff, acusaciones de corrupción en los contratos para construir las obras, y preocupación por la contaminación en las sedes de las competencias acuáticas.
Lo que en 2009 parecía como una gesta difícil pero no imposible— organizar el Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos en un plazo de dos años— ahora luce como una tarea quijotesca que amenaza con pasarle una costosa cuenta a la economía brasileña en las próximas décadas.
“Río es una ciudad con mucha desigualdad”, dijo recientemente Orlando Santos Jr., profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y quien ayudó en la investigación de un informe sobre problemas relacionados con los Juegos.
“Después de los Juegos, será incluso más injusta y segregada. Habrá más riqueza en unas pocas zonas, pero no habrá mejoría para la mayoría de la gente”, agregó.
Ante la crisis económica y devaluación de la moneda, los organizadores intentan recortar unos 520 millones de dólares del presupuesto operacional de los Juegos. Eso significa buscar ahorros “tras bastidores”, ya sea en las comidas suministradas a los voluntarios o la contratación y compra de servicios y productos más baratos.
Los encargados aseguran que estos ahorros no afectarán a los atletas ni a los fanáticos, aunque es innegable que tendrán un efecto adverso sobre los Juegos en general.
“Atraviesan por problemas políticos y económicos, e inevitablemente afectarán los Juegos”, comentó a principios de diciembre el vicepresidente del COI, Craig Reedie. “Existen retos, y creo que juntos tendremos que superarlos”, explicó.
La construcción de las instalaciones deportivas no parece un gran problema. Los dos principales parques olímpicos, ubicados en la zona de Barra da Tijuca y Deodoro, están prácticamente listos, al igual que la villa de los atletas. Se trata de una mejoría en comparación con los preparativos para el Mundial, cuando la FIFA tuvo que aplazar en varias ocasiones la fecha límite para la entrega de los estadios, y algunos estuvieron listos pocas semanas antes del inicio del torneo.
Sin embargo, algunas de estas obras son motivo de sospechas de corrupción, y la fiscalía brasileña investiga acusaciones de que un poderoso legislador recibió sobornos para redactar una legislación favorable a una empresa constructora.
Otro problema es incluso más difícil de resolver: una investigación reveló altos niveles de contaminación viral, producto de materia fecal, en las aguas de la Bahía de Guanabara y la Laguna Rodrigo de Freitas donde se realizarán las competencias de vela, remo, nado en mar abierto, triatlón y otras disciplinas.
Los organizadores aseguran que las aguas cumplen con las normas establecidas por la Organización Mundial de la Salud, que requiere medir los niveles de bacterias, aunque expertos han advertido sobre el peligro que corren los atletas que estén expuestos a las aguas contaminadas por virus.
“Los virus están propagados, no es sólo en la orilla, es en toda el agua”, dijo Kristina Mena, una experta en virus acuáticos y profesora de salud pública de la Universidad de Texas en Houston. “Estamos hablando de un ambiente extremo, donde la contaminación es tan alta que la exposición es inminente y la probabilidad de infección es muy alta”.
A pesar de este riesgo, los atletas han dicho que están entusiasmados por la posibilidad de competir en Río, que provee un escenario de fondo incomparable con íconos mundialmente famosos como la montaña Pan de Azúcar y el Cristo Redentor.
Los Juegos también serán la despedida olímpica para Usain Bolt, el mejor velocista en la historia que buscará su tercer oro consecutivo en los 100 y 200 metros, y marcarán el regreso al agua del nadador estadounidense Michael Phelps, el atleta olímpico más condecorado en la historia y quien se retiró brevemente luego de Londres 2012. Además, la selección de fútbol de Brasil buscará el único título que no ha ganado.