Si después de cinco rounds de tres minutos cada uno ninguno de los combatientes sucumbe, la pelea es declarada nula. Los boxeadores no llevan guantes, como mucho unas vendas protegen sus manos.
Según Zin Lin Htunn, experto en este arte marcial, los primeros extranjeros en subirse a un ring birmano procedían de la vecina Tailandia, en los años 90.
Más recientemente, y sobre todo desde la apertura democrática de la Junta Militar, japoneses, estadounidenses, filipinos, australianos, neozelandeses y mexicanos han podido participar en los combates.
“Al tratarse de una de las artes marciales más duras, una victoria les permite destacar su fortaleza”, explica Htunn.
Es precisamente esta dureza lo que seduce a Cyrus Washington, boxeador profesional estadounidense especializado en boxeo thaï, conocido como “Black Dinamite (Dinamita negra)”.
“Los golpes con la cabeza son peligrosos pero creo que todos los tipos de combates son peligrosos”, explica el boxeador poco antes de su pelea contra Tun Tun Min, una de las estrellas birmanas de la disciplina.
Sangre, sudor y saliva
Sin embargo no es un cabezazo sino un gancho de derechas lo que le hace perder el combate disputado el 20 de diciembre un minuto después de iniciarse.
Pero el estadounidense no es un novato en el lethwei. Ya se había enfrentado dos veces anteriormente a Tun Tun Min, al que derrotó en una ocasión.
Según Win Zin Oo, antiguo vicepresidente de la federación birmana de lathwei, varias esculturas en el templo de Bagan indican que se trata de un deporte milenario.
En el este del país, epicentro de este arte marcial, se organizan combates durante los funerales de los monjes o para celebrar el nuevo año. Y los combates representan auténticas disputas entre familias, que ponen a luchar a sus jóvenes.
La puesta en escena está calculada para que los espectadores estén cerca de los boxeadores y puedan escuchar el sonido de los huesos fracturados o incluso llegar a ser salpicados por algunas gotas de sangre, sudor o saliva,
Nacido en el seno de una familia con pocos recursos, Tun Tun Min, cuyo padre fue también boxeador, ganaba en sus inicios sólo 1.000 kyats (poco más de un euro) por combate.
“Ahora ingreso 6,5 millones de kyats (4.500 euros), lo que supone un récord para un boxeador en Birmania”, afirma orgulloso.
Pero el boxeo birmano está aún lejos del reconocimiento internacional que ostenta el boxeo thaï.
Para Sai Zaw Zaw, de la federación birmana, “para promocionar el boxeo birmano en la escena mundial, necesitamos más apoyo y la ayuda del gobierno”, señala.