Los pronósticos no son nada esperanzadores.
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Por qué Héctor “Pecho de Águila” Zelaya, autor del primer gol de Honduras en un Mundial, cree que su hazaña puede servir de inspiración para conseguir el pase a Rusia 2018
1982. Honduras juega el primer partido del primer Mundial de fútbol de su historia. Y lo hace contra España, la anfitriona.
El hondureño Héctor "Pecho de Águila" Zelaya llegó a jugar en la liga española con el Deportivo de la Coruña. Poco después, se retiraría por una grave lesión de rodilla. (Foto Prensa Libre: cortesía Héctor Zelaya)
Casi todos apuestan que los catrachos sufrirán una derrota sin precedentes y serán goleados sin compasión.
En este ambiente de máxima presión, un futbolista sale al campo de juego con la camisa blanquiazul de “La H”. No era algo esperado, pues una lesión de menisco lo mantenía alejado del equipo titular.
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Pero la verdadera sorpresa está por llegar. En el minuto 7, el jugador pelea el balón frente al área y anota un gol histórico al arquero Luis Miguel Arconada.
Por pocos segundos, parte del estadio enmudece. Enseguida llegan los gritos, vítores e incluso lágrimas de alegría.
El responsable de esta hazaña fue Héctor Zelaya, más conocido como “Pecho de Águila”, quien sigue siendo considerado una leyenda del fútbol hondureño por aquella actuación que hizo vibrar a millones de personas en España 1982.
Este miércoles, el combinado catracho intentará volver a colarse en un Mundial enfrentándose a Australia en Sídney (3 de la mañana en Honduras) en el encuentro de vuelta del repechaje que le podría valer una de las últimas plazas para Rusia 2018.
El gol que marcó su vida
35 años después, y pese al sinfín de ocasiones en que ha relatado su histórica hazaña, Zelaya sigue hablando de aquel momento como si fuera la primera vez. Con la misma dosis de emoción y humildad.
“La selección de España no lo esperaba. Nos decían que íbamos a ser goleados, la gente perdió la fe. Pero con apoyo de mis compañeros, logramos el gol al poco de comenzar. Eso marcó mi vida después”, le dice “Pecho” a BBC Mundo.
España logró finalmente empatar aquel partido “con un penal un poco dudoso”, como subraya el exfutbolista. Pero su brillante actuación les hizo salir del terreno de juego “con la cabeza bien alta”.
“Desde entonces contamos con el cariño de la gente, que se ha transmitido de abuelos a nietos. Por la calle me siguen preguntando”.
No es de extrañar si se tiene en cuenta que los catrachos no volverían a jugar un Mundial hasta 2010 (y, por tercera vez, en 2014).
“Incluso cuando regresé a Trinidad había supermercados y campos de fútbol a los que pusieron mi nombre”, recuerda.
Trinidad es su pueblo natal, en el noroeste de Honduras. Aquel en el que empezó a jugar fútbol de niño en la calle, sin zapatos.
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“Yo nací futbolista, desde que di mis primeros pasos. Mi primer campeonato lo gané con el equipo que formó un sacerdote español. Le pusimos ‘el Santa Claus’, porque era Navidad. Y ganamos unas camisetas”, dice riendo.
Retirada prematura
Desde entonces su trayectoria fue imparable, y aún sin cumplir la mayoría de edad llegó al Motagua, uno de los dos principales equipos de la liga hondureña.
En 1977, jugó por su primera Copa Mundial: la de las selecciones juveniles que compitieron en Túnez. No lograron pasar de la primera fase, por lo que algunos de los mejores anécdotas las conserva de las eliminatorias previas jugadas en Puerto Rico.
Recuerda cómo tras ganar a Estados Unidos en la semifinal, los estadounidenses salieron de fiesta y volvieron de madrugada al hotel, donde comenzaron a descolgar y quemar algunas de las banderas de los equipos.
“Salimos corriendo de la habitación, agarramos unos palos de escoba para rodear nuestra bandera y defenderla. Fue un hecho que aún recuerdo con una sonrisa, luché junto a mis compañeros casi más que en el propio campo”.
Tras disputar el Mundial en España, poco podría imaginar que aquel sería su próximo destino profesional. Cumplió su sueño de jugar en Europa al ser fichado por el Deportivo de la Coruña.
“Pero nunca me recuperé bien de aquella lesión de rodilla y, aunque el equipo me apoyaba, yo estaba triste porque no podía defender bien los colores”.
Con solo 24 años, se retiró del fútbol profesional. Su sueño acabó y regresó a Honduras.
“No me arrepiento de nada, solo hubo cosas buenas. El fútbol me disciplinó, te forma, te hace trabajar y cuidarte, es hermoso. Todo jugador tiene nobleza desde que viene de su pueblo. Solo le puedo dar gracias al fútbol”, asegura.
El fútbol que cambia vidas
Hoy, Zelaya tiene 60 años y se dedica junto a su familia al cultivo de café.
Pero lo que no cambió en su vida es que continúa siendo más conocido por “Pecho”, el mote que le pusieron ya en su pueblo por caminar con su gran pectoral “bien hacia adelante”.
“Eso sigue igual, mi forma de andar no ha cambiado y queda para siempre”, ríe.
Durante más de una década, fue la cara más visible de “Fútbol para la vida”, un programa de desarrollo que acerca el deporte a niños y adolescentes de barrios vulnerables y afectados por la violencia.
“Más que formar futbolistas, era sacar buenas personas. El balón era el medio para atraer a los niños, pero el fin era la educación”.
Cuando hoy se encuentra por la calle con jóvenes que participaron años atrás en el programa, y que terminaron sus estudios y lograron un trabajo estable, no puede ocultar su satisfacción.
Cómo ha cambiado el fútbol
Cuando se le pregunta sobre qué diferencia el fútbol de ahora del que se jugaba en su época profesional, Zelaya tiene claras muchas ventajas actuales.
“La tecnología es bien importante. Podemos ver partidos que se disputan en Asia a tiempo real. De mi carrera, en cambio, ni se conservan videos de cuando jugamos en Túnez o Puerto Rico”, lamenta.
“También hay distintas maneras de entrenar, la medicina para ayudar a recuperar a un jugador es mejor… y sí, las cantidades que se pagan son increíbles”.
Pero hay otros puntos del fútbol actual que disgustan a este exfutbolista. El lamentable comportamiento de algunas aficiones en los estadios es una de ellas, que en Honduras desencadenó incluso en muertes en varios encuentros.
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Según Zelaya, “antes, jugadores y aficionados de equipos rivales salían bromeando del estadio. Ahora se volvió difícil y hasta la policía tiene que intervenir. El fútbol es un deporte limpio y noble, que levanta pasiones pero sin llegar a agredir”.
“Pecho” cree que el fútbol sirve “para acercar pueblos, no para crear enemistades”. Por eso, a los aficionados catrachos que viajaron a Australia para presenciar el partido de vuelta del repechaje les pide un comportamiento ejemplar.
Fe y esperanza en la clasificación
Y aunque el empate a cero del primer encuentro en San Pedro Sula no fue lo que esperaba, él guarda la esperanza de que Honduras se clasifique.
Reconoce que la selección estuvo “demasiado tranquila” y no jugó como debía. “No llegamos a perder porque Australia falló, no porque nosotros hiciéramos buena defensa”.
Pero confía en que la bicolor reaccione en Sídney. Lamenta que todo el trabajo de meses se vaya a reducir a lo que ocurra en 90 minutos, pero tiene esperanza en el papel del entrenador, Jorge Luis Pinto, y de jugadores como Alberth Elis o Maynor Figueroa.
¿Y cuál será la reacción del país centroamericano si consiguen el billete para Rusia?
“Esto sería una fiesta increíble. El fútbol es una cosa hermosa, cuando tuvimos el problema en 2009 (en referencia al golpe de estado) y la selección se clasificó, la reacción de la gente fue extraordinaria. Con el fútbol aquí no se puede competir”.
De paso, Zelaya espera que su país se de también a conocer al mundo por otros titulares distintos a los habituales.
“Es triste cuando uno está fuera y siempre te preguntan cosas negativas de Honduras. Eso duele. Yo amo a mi país. Todos tenemos problemas, no me parece normal que incluso preguntaran a los australianos si tenían miedo de venir a jugar aquí”.
17 horas separarán a Honduras de su selección durante el partido de este miércoles. “Nos vamos a desvelar para verlos, pero merecerá la pena. Un empate con goles nos sirve, así que no hay que perder la fe”, concluye “Pecho” mientras se prepara para volver a vestir la camisa de la selección, esta vez, desde su hogar en Tegucigalpa.