El escándalo fue mayúsculo. Scotland Yard desplegó un operativo sin precedentes para encontrar el trofeo de 1,8 kilogramos de oro, antes de que los ladrones tuvieran oportunidad de convertirlo en lingotes para ser vendidos.
BBC NEWS MUNDO
La increíble historia del argentino que le robó la Copa del Mundo a Brasil
Poco antes del Mundial de Inglaterra en 1966, el trofeo Jules Rimet -con el que se había galardonado a todos los campeones desde 1930- desapareció de una bóveda de un banco de Londres donde estaba resguardado.
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Uno de los mayores ataques contra las autoridades inglesas en ese entonces por permitirse el descuido que derivó en el robo provino de la entonces Confederación Brasileña de Deportes, CDB.
“Eso en Brasil nunca hubiera ocurrido. Incluso los ladrones en Brasil consideran la Copa sagrada y robársela hubiera sido un sacrilegio”, dijo Abrain Tebel, un directivo de de la CDB.
Y como lo había ordenado el expresidente de la FIFA, Jules Rimet, cuando Brasil ganó su tercer Mundial en México 70, el trofeo le fue entregado al país de forma definitiva.
Murillo Bernardes Miguel
Pero entonces ocurrió la profanación: el 3 de diciembre de 1983, cuando una cuadrilla de ladrones brasileños, que no dio mucha importancia a “lo sagrado” del trofeo, lo sacó de su cofre blindado en la sede de la Confederación en Río de Janeiro.
Y de ese modo se esfumó en el aire para siempre.
Pero más allá del robo, más allá de la vergüenza de perder un tesoro nacional como era el trofeo Jules Rimet, lo que más produjo agobio fue el rumor que comenzó a surgir pocos días después del asalto.
Aunque el trofeo lo habían extraídos ladrones brasileños, quien había fundido la Copa y convertido en lingotes de oro para hacerla desaparecer para siempre había sido un argentino.
Su nombre, Juan Hernández.
Murillo Miguel
Murillo Bernardes Miguel tiene 84 y trabaja como asesor legal en el sector de Angra dos Reis, cerca de Río de Janeiro.
Y recuerda, casi 35 años después, cuando en la mañana del 20 de diciembre de 1983 lo llamaron para que se hiciera cargo de un caso que sus superiores consideraban delicado.
“Me dijeron el lugar: la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol, que está ubicada en Río de Janeiro”, le dijo Murillo Miguel a BBC Mundo.
Cuando llegó a la sede de la CBF e ingresó a una de las oficinas principales, se dio cuenta del tamaño de su misión: se habían robado el trofeo Jules Rimet.
A Brasil le habían robado la Copa del Mundo.
“Los funcionarios de la CBF habían hecho una vitrina con un vidrio blindado para proteger el trofeo, pero la parte posterior de esa vitrina, hecha de madera, la habían pegado con cinta contra la pared”, explicó Murillo.
Para los ladrones fue un trabajo sencillo. De acuerdo a la descripción hecha por los vigilantes a la policía, dos hombres ingresaron armados, redujeron al personal de seguridad y con una palanca de hierro forzaron la caja de madera y sustrajeron la Copa.
Según Murillo, al principio no había muchas pistas, hasta que apareció un experto ladrón de cajas fuertes que era conocido en Río como Antonio Setta.
“Él habló con la policía. Aclaró en primer lugar que no había tenido alguna participación en el robo y dio una explicación que parecía razonable y que después se la confirmó a la prensa: el mismo día que Brasil ganó por tercera vez el Mundial, en 1970, triunfo que le otorgó el derecho de quedarse con el trofeo, su hermano había muerto de un infarto”, explicó.
Y por ese motivo, según Murillo Miguel, entregó un detalle que reveló una pista inesperada porque tenía “una conexión sentimental” con el trofeo.
“Nos dijo que a él lo había contactado un tal Antonio Pereira Alves para hacer ese trabajo”.
A partir de ahí fue cuestión de días para dar con los primeros sospechosos. Entre ellos, Juan Hernández, el joyero argentino que vivía en Río de Janeiro y era conocido por su taller de fundición de oro.
El argentino
De acuerdo al registro de los medios brasileños de la época, como O Globo, Hernández era un reconocido joyero que había llegado proveniente del interior de la Argentina en la década del 70.
Las autoridades, presionadas por la indignación popular que había causado la pérdida del preciado trofeo, comenzaron a interrogar a supuestos involucrados y a los pocos días se presentaron las primeras capturas.
Los reportes de la época en diarios locales, como Estadao de Sao Paulo, la policía señaló a José Luiz Vieira, alias “Bigote”, y a Francisco Rocha, alias “Barba”, como los dos hombres que habían entrado a la CBF y se habían llevado el trofeo.
Ellos delataron a Hernández.
“En ese momento, Hernández era el vendedor de oro robado más importante de la ciudad. Fuimos entonces y lo capturamos”, reveló Murillo Miguel.
“Lo interrogué por varias horas. Se notaba que era alguien muy astuto, muy hábil para este tipo de procedimientos: fingía que no sabía nada”, recordó el investigador.
Pero entonces las autoridades se jugaron el último recurso: el orgullo patrio.
“Una sonrisa”
Después de varias horas de interrogatorio y al ver que Hernández no confesaba, Murillo Miguel se acercó y le hizo un comentario desde lo más profundo de su corazón herido de hincha:
“Le dije que para los brasileños era una bofetada que un argentino haya convertido la Copa en lingotes de oro”, señaló.
“Entonces vi que en su rostro se dibujaba una sonrisa. Ese momento fue la prueba de que lo había hecho”, explicó.
Aunque Hernández fue condenado y sentenciado a prisión en febrero de 1984 por la desaparición del trofeo, siempre negó su relación con el robo.
Y años después surgieron detalles que ponen en duda la veracidad de las acusaciones de las autoridades brasileñas sobre el exjoyero.
Una de esas versiones es que el tiempo que transcurrió entre que se conoció el robo de la copa y el momento en que fue capturado Hernández, fue muy poco para poder fundir un trofeo de 1,8 kilogramos y convertirlo en lingotes.
De hecho, el periodista británico Simon Kuper, que hizo una extensa investigación sobre el trofeo Jules Rimet, fue más allá.
“Es imposible que ese trofeo se haya convertido en lingotes de oro porque sencillamente no era de oro puro, sino de una aleación con otros metales”, escribió Kuper en el diario británico Financial Times.
De Hernández se supo poco más: cuando cumplió su condena viajó a Francia, donde según el diario La Nación de Argentina, terminó de nuevo en la cárcel por un delito relacionado con las drogas.
Pero al preguntarle a Murillo qué opina de que la copa sobrevivió la II Guerra Mundial dentro de una caja de zapatos y el robo en Inglaterra, pero no su custodia dentro de Brasil, entonces es él el que responde con una sonrisa que se puede escuchar desde el otro lado del teléfono.