BBC NEWS MUNDO

El desafío que enfrentan los sobrevivientes del Chapecoense según un jugador de fútbol americano que se salvó de la tragedia aérea de Cal Poly

Lo que ocurrió el pasado lunes 28 de noviembre es algo que seguramente jamás será olvidado por cada uno de los seis sobrevivientes del accidente aéreo en el que murió la mayoría de los integrantes del equipo brasileño Chapecoense.

En medio del luto que los afecta por la pérdida de amigos y compañeros, cada uno de los supervivientes se va recuperando de las heridas físicas de la tragedia que costó la vida a 71 personas.

Pero para los jugadores Alan Ruschel, Helio Zampier Neto y Jackson Follmann, como los miembros de la tripulación Ximena Suárez y Erwin Tumiri, y el periodista brasileño Rafael Henzel Valmorbida, todavía quedará por delante una cicatrización aún más difícil: la de la mente.

La historia del Chapecoense evocó a otras tragedias que afectó a equipos de fútbol y de otros deportes, como la del Torino en 1949 o la de Alianza Lima en 1987, pero hay una en particular con la que tuvo muchas similitudes.

Se trata la del equipo de fútbol americano estadounidense Cal Poly Mustangs, que en 1960 perdió a 16 de sus jugadores cuando el avión que los transportaba se estrelló mientras despegaba del aeropuerto de Toledo, en Ohio.

Uno de los sobrevivientes del popular equipo universitario fue Gil Stork, a quien el accidente de Medellín le impactó de manera especial.

“Cualquier accidente aéreo me afecta y no puedo dejar de pensar en los que pasó y en las circunstancias que lo rodean, especialmente a la gente y los familiares afectados por la tragedia”, le dijo a la BBC Stork.

“Esta en particular me ha tocado por el aspecto deportivo que la asocian a lo que nos pasó”.

29 de octubre de 1960

Stork, quien llevaba el número 51 cuando el Cal Poly sufrió una contundente derrota en el campo del Bowling Green, recordó lo que ocurrió aquella noche hace 56 años.

“Fuimos al aeropuerto, había mucha neblina y no podías ver a 30 metros, abordamos el avión y ocupamos toda su capacidad”, contó.

“Era un avión antiguo de transporte de la Segunda Guerra Mundial, con dos motores, para 45 pasajeros. Como éramos personas más grandes que el promedio, con nuestro equipaje y todo el material de fútbol, se supo después en la investigación que el avión estaba sobrecargado”.

Además del excesivo peso, el Departamento de Aeronáutica Civil concluyó que también el mal tiempo y un falla momentánea en uno de los motores ocasionaron el accidente.

“Cuando acelerábamos por la pista para despegar el avión derrapó, pasó por encima de las luces y el piloto trato de elevarlo antes de tiempo. Cuando estábamos a unos 50 metros del suelo se paró el motor de la izquierda y eso hizo que cayéramos. La potencia del motor de la derecha volteó al avión que impactó de frente”.

“La cola se partió y toda la parte delantera estalló en llamas. Fue donde hubo la mayoría de las víctimas fatales”, lamentó.

“Yo estaba sentado junto al ala, del lado izquierdo y recuerdo cuando el avión comenzó a caer, pero no nada después de eso, ni el impacto ni las llamas”.

“Cuando me desperté estaba tendido en la pista de aterrizaje, había sido expulsado del avión. No podías ver mucho, pero había mucho ruido y voces de mucha gente. Pude ver una luz titilante y sabía que en alguna parte había fuego. Estaba claro que se trataba de algo malo”.

Impacto inicial

Stork reconoce que el tiempo ha sido el mejor aliado para aliviar las secuelas de lo que pasó aquella noche, pero que no fue un proceso nada fácil.

“Nadie nos dijo nada por días. Fue como cuando piensas que si no hablas del tema es que no pasó”, expresó antes de describir el momento en el que supo la magnitud de lo que había ocurrido. 

“En mi hospital yo estaba con dos de mis compañeros y de manera inocente una joven entró en la habitación como lo hacía todos los días, repartiendo los periódicos, sin darse cuenta que en las portadas habían noticias que nosotros no habíamos visto antes y no estábamos preparados para verlas”.

“Allí fue cuando vimos los titulares, vimos las fotos, vimos fotos nuestras junto a la lista de sobrevivientes y vimos las caras de aquellos que murieron”.

“Eso fue completamente devastador. Todos sentimos un profundo pesar, tristeza y conmoción”, revivió el momento.

Stork tenía 19 años y al conocer la noticia sintió mucha rabia contra toda la situación. “Necesitaba encontrar un culpable”, señaló.

“Recordaba las condiciones del avión, de cómo paso todo y de la ironía de la elección del asiento de cada uno, de donde estaban los que murieron y aquellos que sobrevivieron. Fue todo muy confuso”.

Proceso de cicatrización

Tras la rabia, a Stork lo invadió un sentido de culpa muy fuerte, el conocido síndrome del superviviente.

“Aquí estaba yo, con 19 años, sin nada verdaderamente significante en mi vida y allí estaba una persona, de 27 años, con su vida cortada y la de sus cuatro niñas y su esposa completamente devastada”, habló de su compañero Ray Porras.

Pese a que el síndrome duró unos años, Stork volvió a jugar fútbol.

“Nunca vía una conexión de la tragedia con el deporte. Para mí fue un accidente, estimulado por errores de juicio de humanos. Pero de eso se trata la vida, de gente tomando decisiones, algunas buenas y algunas malas y hay consecuencias”.

Stork admitió que nunca evita hablar sobre el tema y que cada cierto tiempo lo invitan a visitar la plaza conmemorativa en la que se erigen pilares con placas de mármol en recuerdo de cada una de las víctimas.

“Es un lugar sagrado con una carga emocional muy grande para mí. La gente me pregunta si me incomoda hablar del tema y la verdad que para mí es parte de proceso de cicatrización, el no olvidar”, finalizó.

ESCRITO POR: