Pero para muchos de ellos hay un factor determinante que evita que esos deseos se hagan realidad: los prejuicios, un problema que está inmerso en el mundo del balón y refleja una gran parte de la sociedad.
BBC NEWS MUNDO
Douglas Braga, el futbolista brasileño que tuvo que renunciar a su sueño por culpa de los prejuicios
<strong>El fútbol suele gozar de un estatus casi religioso en Brasil y llegar a ser jugador profesional es el sueño de prácticamente cada niño brasileño.</strong>
Douglas Braga los sufrió en carne propia.
A los 12 años, recuerda, llegó a Río de Janeiro lleno de ilusiones, “con mucha esperanza” y un sueño en la maleta.
“Estaba preparado para luchar“, cuenta con un aire nostálgico.
Había sido descubierto por un cazatalentos del Madureira, club de la tercera división, y después de seis años en las inferiores del equipo llegó su gran oportunidad cuando, con 18 años, fue fichado por el Botafogo.
Formar parte de un equipo con tanta historia como el club carioca, que recientemente había ganado la liga, fue algo que está al alcance de muy pocos, pero no fue el único gran cambio que vivió Braga en ese momento.
“La decisión más difícil”
“Comencé a descubrir mi sexualidad”, contó. “Comencé a ver que tenía deseos y que eran por hombres”.
A medida que su carrera progresaba, entrenando con futbolistas que llegarían jugar a por Brasil y participando con frecuencia en el primer equipo de Botafogo, Braga se dio cuenta que no podía seguir jugando fútbol y ser abiertamente homosexual.
“Fue una decisión entre ser tú mismo o ser futbolista. Simplemente no era posible ser los dos”.
Con 21 años dejó el balón en la que fue la decisión más dura de su vida.
“Ese día, en el que decidí que ya no jugaría, lloré mucho”, recuerda. “Caminaba durante horas dando vueltas llorando”.
Pese a toda la extravagancia de su carnaval, Brasil continúa siendo un país profundamente homofóbico, especialmente cuando se trata del fútbol.
La gente con la que hablamos nos decían lo obvio, que por supuesto hay futbolistas brasileños gay, pero todavía no ha aparecido un jugador al máximo nivel.
Al escuchar los cánticos en los partidos o hablar con los aficionados uno se da cuenta que no es difícil de entender por qué.
Uno de los insultos más comunes para referirse a los jugadores rivales es “viado”, que traducido viene a ser “maricón”.
Se trata de una posición en la que no hay lugar a la negociación como se pudo apreciar en un partido entre dos de los más grandes clubes del país, Sao Paulo versus Palmeiras, donde los aficionados dicen abiertamente que “realmente no hay espacio” para gays en el fútbol profesional en Brasil y que los hinchas no quieren ver a jugadores homosexuales en el campo.
Deporte de machos
Un aficionado, con una camiseta de una de las peñas de seguidores del Palmerias, aseguró que nunca un futbolista hay jugará para su equipo.
“El fútbol es un deporte de machos, un lugar para hombres”, enfatizó.
Opinión que quedó reflejada durante la campaña presidencial que terminó con el triunfo de Jair Bolsonaro y en la que se filtró un video de algunos aficionados del Palmeiras cantando en una estación del metro de Sao Paulo, “tengan cuidado gays, Bolsonaro va a matar a los maricones”.
El nuevo presidente, que asumió su cargo oficialmente el pasado 1 de enero, ha declarado que está orgulloso de ser homofóbico y ha dicho que si ve a dos hombres besándose los atacaría físicamente.
Según una organización defensora de derechos humanos en Brasil, 387 personas de la comunidad LGTB fueron asesinadas en ataque homofóbicos o transexuales en 2017, lo que representó un aumento considerable con años anteriores.
Un ambiente hostil contra el que lucha Braga para tratar de erradicar el prejuicio homofóbico en el fútbol brasileño y en la sociedad.
En el campo
Unos 15 años después de haber tomado la decisión de dejar el fútbol atrás, Braga regresó a las canchas para representar a un equipo aficionado de jugadores gay llamado BeesCats.
El club fue fundado por uno de sus compañeros, André Machado, con la idea de darle una plataforma para que puedan jugar todos aquellos futbolistas de la comunidad LGTB en Río de Janeiro.
La iniciativa tuvo tal éxito que pronto ayudó a formar otros equipos alrededor del país y, hace poco más de un año, a la creación del primer torneo LGTB llamado Champions LiGay.
“La LiGay está hecha para que podamos jugar fútbol“, explicó André, agregando que le permite hacerlo en un “lugar seguro”.
Su crecimiento es notable como se pudo apreciar con la tercera edición de la Champions LiGay, que se jugó en Sao Paulo en un ambiente festivo y colorido y con una fútbol de mucha calidad.
Los BeesCats fueron eliminados en cuartos de final y Braga no pudo ocultar su frustración de no haberlo podido hacer mejor, tal vez dejando florecer su frustración de haber tenido que interrumpir tempranamente su carrera como profesional.
“Duele ver a mis amigos de aquella época jugar todavía profesionalmente. En verdad que es algo que todavía duele”, admitió.
Y no sería extraños ver como su experiencia se repite con otros jóvenes jugadores dado el clima de hostilidad que se vive actualmente en Brasil contra la comunidad LGTB.
Algo que tanto a Machado lo hace ser aún más desafiante.
“Estoy tan triste con Bolsonaro, pero creo que la resistencia crecerá mucho en los próximos años”, dijo.
Y para ello considera que la Champions LiGay jugará un rol fundamental.
“Totalmente. Creo que en estos dos día hemos tenido unas 1.000 personas aquí. Y pienso que en las próximas Champions LiGay seremos más y más personas que quieren formar parte de esto”.