Alirio Morales, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode) de aldea Tierra Colorada, San José La Arada, Chiquimula, señala que las plantaciones han sido abonadas “por gusto”, es decir en vano, y que las 215 familias que habitan en esa aldea enfrentan esa crisis.
Morales estima que por cada manzana de siembra de maíz, se pierden entre 30 y 35 quintales, cada uno valorado en Q150.
Jesús García, un agricultor de la tercera edad, residente de Tierra Colorada dijo que así como él, varios vecinos han perdido la primera siembra de este año, y en un segundo intento espera que la lluvias caiga en los próximos días o perderá todo.
Para otros pobladores esta crisis impactará en el desempleo, pues deberán buscar trabajo para sostener a sus familias, aunque no saben en qué.
Se esperan lluvias
Walter Bardales, del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), dijo que está escases de lluvia en la parte oriental del país son secuelas del fenómeno del niño. Sin embargo, esperan que algunas lluvias tardías permitan rescatar cultivos.
Crisis de salud
Mientras el Insivumeh calcula, los pobladores de oriente no solo tienen que lidiar con la calamidad agrícola sino con otro mal que hace tiempo golpea a sus comunidades: la desnutrición.
La falta de acceso a la salud pública y la pobreza son factores que inciden en casos de desnutrición sobre todo en niños menores de 5 años, según informó Carmen Salguero, de la Fundación para el Desarrollo de Guatemala.
Hasta el 27 de agosto último el Ministerio de Salud Pública tenía registrados 9,640 casos de desnutrición aguda a nivel nacional.
Encabezando la lista esta el departamento de Guatemala con 1,394 niños desnutridos, seguido de Escuintla, con 1,023 casos.
El Centro de Salud del Municipio de San Jorge, Zacapa conoce 10 casos de niños menores de 5 años en desnutrición, seis mujeres y cuatro hombre, a quienes mantienen en constante monitoreo. Zacapa reportan 248 casos.
Uno de estos casos es el de José Emanuel Aldana, quien a sus cortos dos años padece de desnutrición moderada.
Él junto a sus hermanos y madre viven en extrema pobreza en el caserío Brisas del Chatún, Barranco Colorado, Zacapa.
“Ya no hallamos qué hacer”
Malpaís pareciera ser un augurio, pero es el nombre de una comunidad del municipio de San Jorge, Zacapa, en donde vive Valentín Solano Salazar, un campesino de la tercera edad que ha perdido su siembra de maíz, por segundo año consecutivo. “No hallamos qué hacer porque cosechas no hay”, expresa entre lamentos.
Valentín dice sentirse cansado por su edad; sin embargo, se levanta todos los días a las cuatro de la mañana y se dirige al cerro en donde está su esfuerzo e inversión agrícola, esperando que la lluvia llegue, mientras recolecta leña junto a sus nietas.
Con 58 años de ser agricultor, asegura que ha habido inviernos escasos, pero no como el actual. “En aquel tiempo era diferente porque llovía un poco más, pero hoy ya no; ahora los inviernos se están retirando”, lamenta.
“Para la medicina no queda nada”
Josué López, originario del municipio de San Diego, Zacapa, migró junto a su familia hace seis años a Tierra Colorada, San José La Arada, Chiquimula, en donde la cosecha de maíz y frijol era más abundante; sin embargo, con el pasar de los años el panorama en ese departamento ya no es el mismo.
Como jornalero gana Q50 al día, pero la escasez de lluvia ha provocado no solo crisis alimentaria en su comunidad, sino también falta de empleo.
“Mis hijas estuvieron enfermas y es ahí donde me aflijo, porque cuando encuentro un día de trabajo es para comprar la comida y para la medicina no queda nada”, relata.
López se levanta a las cuatro de la mañana y lo primero que hace al salir de su vivienda es encomendar a su familia a Dios para que les conceda salud, y que la lluvia vuelva a las comunidades de la región.
“Es más importante mi hijo”
Óscar Leonel Cordón Méndez, de 2 años, sufre de desnutrición severa. Su progenitora, Gladis Méndez, señala que desde los cuatro meses empezó con una extraña tos que no se le ha quitado. “Siempre he estado en el hospital con él, cada mes o dos meses él cae con esa tos y por eso mismo no come y ha bajado de peso”.
Gladis tuvo que abandonar su trabajo en una panadería para poder cuidar a su hijo. “Es más importante mi hijo que el trabajo; lo importante son ellos”, asegura.
Leonel, desde hace un mes, se encuentra bajo control del Centro Nutricional Esperanza de Vida, en Río Hondo, Zacapa.
“Lo mínimo que él tiene que pesar son 20 libras y ahorita pesa 18 con dos onzas”, refiere Gladis, quien junto a su familia esperan la pronta recuperación y regreso a casa del pequeño Leonel.