De acuerdo con Vicente, el viaje fue un verdadero calvario, principalmente al cruzar el desierto de Arizona, donde se expusieron a altas temperaturas y a la falta de alimento y agua. Recuerda que luego de haber recorrido varios kilómetros fueron interceptados por las autoridades migratorias, que los trasladaron a un centro de detención temporal.
Añadió que gracias a que viajaba con sus dos hijos se le concedió el beneficio de arreglar su situación migratoria en una corte de EE. UU., por lo que pasó dos años en medio de gestiones y apelaciones, pero al final ordenaron que fuera deportada.
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Vicente agregó que durante el tiempo que vivieron en EE. UU. su situación económica mejoró y sus hijos se adaptaron a la escuela a la que asistían, por lo que, con su deportación, las cosas se complican, pues no sabe cómo recuperar la propiedad que dio como garantía de pago al coyote.
La mujer, quien trabajaba como empleada doméstica en Los Ángeles, recuerda que cuando estaba de descanso varios policías de migración tocaron a la puerta de su apartamento y le exigieron que les mostrara sus documentos, ya que había una orden de deportación.
Añadió que intentó convencer a las autoridades de que le permitieran hacer una llamada telefónica, la cual le negaron. Luego pasó 15 días en una prisión hasta que fue enviada junto a sus hijos a Guatemala, donde ahora se enfrenta a una dura realidad, pues no tiene dinero ni trabajo.
Situación difícil
Santos Vicente, padre de la migrante, dijo que debido a la falta de oportunidades en Totonicapán decidió apoyar a su hija para que emprendiera el viaje, aunque sabía del riesgo que eso representaba.
Agregó que ahora la situación de su hija es aún más difícil, pues no tiene trabajo y debe ingeniárselas para pagar la deuda que contrajo por el viaje.