“Cuando ya no hay clientes hay que buscarlos, o venimos al Parque Central a esperar a que alguien se acerque a pedir un viaje”, refiere.
Cambios
Carrillo asegura que hace 20 años el estrés era por no conseguir suficientes servicios, ahora se suma el cansancio por los atascos, el miedo a ser asaltados y observar cuando otros automovilistas son asaltados o motoristas son despojados de sus vehículos en pleno tránsito.
“Tengo clientes que siempre me buscan desde hace 20 años, pero ahora las dificultades también son la competencia, porque hay más taxis y mototaxis”, cuenta.
Los pilotos de taxis rotativos deben entregar entre Q150 y Q200 diarios de cuota a los propietarios de los vehículos y para obtener esos montos trabajan hasta 16 horas.
El parto
En el 2001, cuando Carrillo conducía el taxi, en medio de la carrera nació una niña. “Estaba en la avenida Bolívar cuando llegó un señor y me pidió un viaje. Fuimos como a dos cuadras, a “una casa de prostitución”, recuerda.
“Fue en el asiento trasero. Cuando la señora se subió ya estaba a punto de dar a luz. Después supe que la mujer falleció de sida y la bebé vive en El Salvador”, relata.
Carrillo asegura que le han robado tres carros. El primero, frente al hospital del Seguro Social, en la zona 11. Lo estacionó y cuando regresó ya no estaba. El otro fue a “punta de pistola”, en la colonia Roosevelt, en 1992.
“El tercer carro me lo robaron hace unos meses, en la zona 3, pero apareció 15 días después. Lo tenían unos asaltantes. No lo pude recuperar porque tenía alteración en el número de motor. Son 30 años de servicio. Es un trabajo a veces cómodo, pero peligroso”, expresa Carrillo.
Carlos García es amigo de Carrillo. A sus 54 años ha manejado taxi durante 30. Sale del barrio La Palmita, zona 5, a las 6 horas, para ir a dejar a sus hijas a una escuela de esa zona, y luego comienza su recorrido para captar clientes hasta las 20 horas.
“Me han asaltado tres veces, una de estas en la carretera a El Salvador. Tuvieron tiempo hasta para arrancar el radio del carro”. refiere.
García recuerda que años atrás había menos taxis, era más fácil movilizarse en la ciudad y se gastaba menos combustible.
“Yo no le recomiendo a nadie este trabajo, no se va a adaptar. Hay poco pasaje y mucho tránsito. Ahora se pone un motorista a la par de uno y no se sabe si es para asaltar”, comenta García.