Se trata de una tradición que combina las raíces católicas y mayas de esta pequeña población, ubicada a 170 kilómetros de la capital guatemalteca, donde decenas de pobladores se disfrazan de judíos para crucificar a Jesús durante el Viernes Santo.
Quienes representan a los judíos se visten con trajes de colores fuertes y máscaras de demonios, animales y monstruos. Salen a las calles del pueblo el Jueves y el Viernes Santo con varas de madera.
Entre brincos y risas se burlan de las personas de la aldea y arrastran a Jesucristo por los callejones y las avenidas principales.
Son los propios artesanos locales, algunos desde hace varias décadas, los que realizan los trajes y las máscaras.
Los participantes eligen a los personajes, aunque este año algunos han optado por usar máscaras de plástico importadas. Incluso así, el sentimiento legendario y arraigado de esta costumbre persiste.
Y si no, los hombres mayores que caminan con matracas gigantes haciendo ruido les recuerdan a todos el por qué de esta tradición, que ha sabido sobrevivir al paso de los años.
El Jueves Santo hacen carreras, donde casi 300 judíos son perseguidos por los centuriones, quienes los golpean en la espalda con sus sables sin filo.
Esto se repite ocho veces. Después, el Rey Judío y el Rey Centurión corren a caballo representando un duelo de espadas bajo el sol del verano, que en esta región genera temperaturas de hasta 38 grados.
En la tradición de Chocolá, los judíos representan a quienes quieren matar y lastimar a Jesús. Entre ellos van dos personajes emblemáticos: Judas, el apóstol que lo traicionó, y Barrabás, quien iba a ser crucificado en lugar de Jesús.
Uno de los representantes de estos juegos, Enio González, cuenta que esta tradición representa una historia muy grande de los antepasados de la comunidad. El Viernes Santo es el clímax de la Semana Santa, donde a mediodía, los judíos jalan y crucifican a Jesús frente a la iglesia del pueblo.
Después se realiza El Encuentro, donde los centuriones castigan a los judíos rodeándolos por sorpresa y los golpean. Nunca ha habido muertes, aunque sí algunos heridos, y esto se debe a una ceremonia maya que se realiza anteriormente para protegerlos.
Los participantes de ambos lados, judíos y centuriones, suelen ingerir cerveza o licor durante los dos días que dura el juego, en el que también participan los más pequeños del pueblo, las semillas que están germinando para adaptarse y aprender los entresijos de una historia que tiene futuro.