Juárez forma parte de los bomberos voluntarios de Quetzaltenango. Tiene una carrera de 36 años y asegura que la pandemia añadió precauciones en su labor como rescatista.
Desde el 13 de marzo, cuando se conoció el primer caso de covid-19 en Guatemala, la Quinta Compañía de Bomberos Voluntarios y del Campo Escuela de Quetzaltenango no han dejado de ayudar a quienes piden auxilio.
Uno de los mayores sustos que se llevaron en tiempos de pandemia ocurrió en mayo, cuando 12 socorristas fueron enviados a cuarentena preventiva, luego de que tuvieron contacto con un paciente con covid-19 que falleció. Fueron recluidos en la misma sede bomberil.
“Estar en cuarentena fue algo nuevo y difícil. Ocurrió cuando todo estaba empezando y teníamos bastante miedo al virus. Conforme pasa el tiempo no nos acomodamos, lo conocemos más y tomamos las medidas para enfrentarlo“, relata Isaac Morales, de 27 años y 18 meses de experiencia como bombero. Él ha tenido que adaptarse a trabajar con los riesgos de contraer el virus.
Los integrantes de la Quinta Compañía y del Campo Escuela coinciden en que lo más difícil es desconocer a qué se exponen cada vez que prestan un servicio; el mayor temor es perjudicar a su familia.
“Tenemos que hacer bien las entrevistas para los traslados. Cuando se recibe la llamada, hay muchas personas que mienten. En este año tan duro hubo personas de buen corazón que donaron cápsulas para trasladar a pacientes con covid-19. Es muy duro cuando alguien nos pide ayuda muy tarde y muere en el traslado; ocurrió en dos ocasiones”, relata la socorrista María Pos.
Otro de los retos para los bomberos de Xela fue la reducción del personal, ya que los voluntarios fueron suspendidos y las estaciones quedaron con solo la guardia permanente.
“Tenemos ocho días de que retornaron los voluntarios, que son 80. Mientras no estaban se trabajó con 22 elementos permanentes. Al inicio de la pandemia bajó el servicio, pero ya se ha incrementado más”, explica Sergio Díaz, jefe de la Quinta Compañía de Bomberos Voluntarios.
Tanto en las estaciones como en sus hogares los hábitos han cambiado para los socorristas, pues deben seguir una estricta desinfección y protocolos de seguridad.
“Esto aún no termina y no tenemos una preparación exacta para combatirlo, así que todo momento es de temor. No todas las personas se están cuidando, nosotros tenemos contacto con mucha gente, en accidentes, incendios y otras circunstancias. Pero nos formamos como bomberos sabiendo que en cualquier momento podíamos enfrentar estas situaciones”, añade Carlos Juárez.
Antes de iniciar un turno más, Juárez hace un resumen de los cambios a los que el covid-19 lo ha obligado.
“Antes acostumbrábamos llevar la ropa a lavar a la casa; ahora, con el apoyo de la población, conseguimos una lavadora. Tenemos que evitar el contacto con la familia. Eso es difícil porque tengo dos hijas adolescentes y dos nietas que cuando llego a casa quieren abrazarme. A veces se lanzan a mis brazos y debo estar bien desinfectado”, añade.
En el transcurso de la batalla, algunos bomberos se han contagiado y han vencido al covid-19. Entre este grupo de sobrevivientes se encuentra Eduardo Cutzal, quien pertenece a la guardia permanente desde hace seis años.
“Desde un principio sabíamos a lo que nos enfrentaríamos. Hubo momentos de mucho temor a ser contagiado. Siempre quise ser bombero para servir al prójimo y vamos a seguir hasta cuando Dios nos dé las fuerzas. Contagiarme fue muy difícil, porque me aislé, no pude ver a mi familia y a mis compañeros de trabajo. Hubo momentos de desesperación por no poder salir ni tomar el sol”, narra.
El aprecio de vecinos y su deseo de servir es lo que motiva a los rescatistas.