Vamos “castigados y somos 15 los que estamos en esta camioneta, ya nos cansamos, tenemos dolor en los pies y la cintura”, le dijo Rivaldo, de 17 años, a su tía, en un mensaje de audio enviado el 22 de enero desde México. Fue el último contacto entre ellos.
Dos días después, las autoridades mexicanas informaban del hallazgo de 19 cuerpos carbonizados en un camino rural, a bordo de dos camionetas, cerca de la frontera con Estados Unidos. Al parecer, las víctimas fueron baleadas, primero, antes de ser quemadas.
El padre de Rivaldo, Rodolfo Jiménez, de 36 años, dice que una persona que se dedica al negocio de la migración ilegal lo llamó. “Trágicamente ya murieron sus familiares, los mataron y quemaron”, le dijo.
Tamaulipas, en la costa del Golfo de México, es la ruta más corta para llegar a Estados Unidos desde Guatemala, pero es peligrosa por la presencia de bandas que secuestran, extorsionan y asesinan a migrantes.
Camargo, el área donde los hallaron, es una zona de disputas entre el cártel del Noreste, surgido de Los Zetas, que controla parte de Nuevo León, y el del Golfo, que por décadas ha actuado en Tamaulipas.
Las autoridades mexicanas trabajan en la identificación de cadáveres, mientras que Guatemala recolectó pruebas de ADN para enviarlas y facilitar la labor.
Edificación de sueños
La mayoría del grupo de migrantes desaparecidos salió de distintas aldeas del pueblo de Comitancillo, habitado por indígenas maya mam, a unos 300 km al noroeste de Ciudad de Guatemala, el 12 de enero.
En esa localidad, ubicada en el departamento de San Marcos, creen que al menos 13 de los 19 cadáveres hallados en México son de distintos habitantes de la zona.
En la aldea Tuilelén, desde donde partió Rivaldo, cultivan maíz, frijol y papa, en la cima de una montaña donde abundan árboles de pino y ciprés.
El acceso es difícil por la geografía accidentada, y el viento forma grandes nubes de polvo, alimentadas por los caminos de tierra.
La mayoría de las viviendas, hechas de bloques de barro y techos de zinc, contrastan con las que tienen paredes de concreto y dos pisos. Éstas últimas pertenecen a las familias que tienen parientes que sí cruzaron a Estados Unidos y trabajan allá.
Las remesas familiares, uno de los pilares de la economía de Guatemala, alcanzaron en 2020 el récord de US$11 mil 340 millones, casi el 15% de su PIB, pese a la pandemia de covid-19.
Casi el 60% de los 17 millones de guatemaltecos vive en situación de pobreza.
Rodolfo dice que su hijo Rivaldo estudiaba mecánica y tomó la decisión de migrar para hacer dinero y luego enviarlo para construir una casa y ayudar a sus padres y seis hermanos.
Rivaldo Danilo es, o era, su segundo hijo. “Sabemos de muertos en el desierto o en accidentes, pero aquí los mataron y quemaron de una vez, fue duro para nosotros”, cuenta.
Rodolfo admite que su hijo buscó la ayuda de un “coyote”, como se le conoce a los traficantes de migrantes.
Éste pidió Q100 mil, unos US$12 mil 660, por el “trabajo”. El joven pidió el dinero prestado, pero solo se abonaron unos US$2 mil 500, porque el resto del dinero se iba a ir depositando conforme progresaba el viaje.
Aquella tía que recibió el último mensaje de Rivaldo, lo esperaba en Estados Unidos, para darle una mano en el inicio de su nueva vida.
Obligación de migrar
Desde la aldea de Nueva Esperanza, en Comitancillo, Anderson, de 16 años, también emprendió viaje. Su padre, Marco Pablo, vela la foto de su hijo, y recuerda que, pese a su corta edad, soñaba con tener una casa para cuando decidiera casarse.
“Su sueño de comprar su terreno y construir una casa no se ha cumplido, nos da tristeza y terror y hasta coraje lo que pasó”, dice Marco. Asegura que su hijo no tuvo ayuda de “coyotes”, y lamenta el ensañamiento con ellos, porque “los quemaron como si no fueran seres humanos”.
“Me duele. Como si hubieran cometido un crimen tan grande al haber cruzado a un país. ¿Por qué no les dan el derecho de pasar por ese país”, agrega. Anderson es, o era, el primero de nueve hijos.
Aroldo Félix, alcalde comunitario de Tuilelén, de 900 habitantes considera que la situación económica los obliga a partir.
“Estamos en extrema pobreza y esa es la razón por la que los muchachos emigran”.