Ambas semillas fueron desarrolladas por el Instituto de Ciencias y Tecnología Agrícola (Icta), con el objetivo de combatir la desnutrición.
Según representantes del Icta, si las personas comen 70 por ciento de maíz de este tipo de semillas el cuerpo logra tener proteínas de calidad y la desnutrición se reducirá.
Manifestaron que con la ayuda del proyecto Buena Milpa de Usaid se logró incrementar la producción de estas semillas, cuyas características son idóneas para el altiplano del país.
Luis Ramírez, coordinador de Buena Milpa, asegura que ambas semillas permitirán al agricultor mejorar su producción, pues tienen un alto rendimiento, resisten la lluvia y sequía.
“Se adaptan a diferentes alturas por lo que se pueden usar en el altiplano, otra característica es que pueden cultivarse con el frijol de enredadera, lo cual permite que los agricultores diversifiquen su producción”, dijo.
Otro beneficio de las semillas, cuyo desarrollo duro más de siete años, es que a diferencia de las híbridas estas pueden servir para hasta cuatro años de siembra, reduciendo costos para los agicultores, pues no deben comprar semillas cada año.
“Para el altiplano por la diversificación que existe en los microclimas las híbridas no funciona muy bien, porque son diseñadas para ambientes controlados, además se deben comprar cada año”, agregó Ramírez.
Distribución
Este año se dispone de 240 quintales de maíz de compuesto blanco y 200 de marceño mejorado, los cuales serán distribuidos en Quetzaltenango, San Marcos, Totonicapán, Quiché, Huehuetenango y Sololá, por medio de los extensionistas del Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación (Maga).
De acuerdo con Antonio Franco, coordinador de validación y transferencia de tecnología del Icta, el proceso de desarrollo de las nuevas semillas llevó más de 10 años, ya que incluyó investigación agrícola en las estaciones experimentales, ensayos en fincas y pruebas en parcelas de los agricultores junto con la siembra tradicional del agricultor para comparar.
Los agricultores que fueron capacitados sobre estas semillas y que ya las usan, afirman que el resultado es positivo principalmente porque el tamaño es adecuado y la milpa no se daña por el viento, ya que se acopla a la altura.
Alba Méndez, agricultora de San Juan Ostuncalco, dijo: “Rinde y pesa más, el viento no bota el grano, pues la altura es adecuada; sin embargo, es necesario saber la técnica para que funcione. Son buenas las semillas y nos ayudan en los cultivos, ahora lo que pedimos es que nos ayuden con nuevas técnicas para mejorar la nutrición de los animales”.
Con estas semillas también se busca superar el problema cultural sobre el cultivo de maíz que hay en el altiplano. “Hay regiones en las que se siembra maíz morado o blanco para hacer tamales y eso no es nutritivo para las familias”, agregó Ramírez.
Tomás Silvestre, director del Centro Regional de Investigación del Altiplano del Icta indicó que el compuesto blanco se adapta hasta a dos mil 400 metros sobre el nivel del mar y su sabor es agradable, mientras el marceño mejorado se adapta hasta los dos mil 800 metros sobre el nivel del mar, en ambos su ciclo de cosecha es de ocho meses y deben ser sembrados entre marzo y abril.
Silvestre agregó que la libra de las semillas tiene un costo de Q7.50 y que generalmente los agricultores necesitan tres libras para sembrar 25 varas cuadradas que les producirían cinco quintales de maíz.