Después de cinco años de haber luchado contra el cáncer, la familia Punay Rivera conoce de cerca la necesidad de que los niños con esta enfermedad puedan contar con un tratamiento.
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Cuando Abraham tenía dos años el bajo peso, dolor de piernas y otros síntomas, serían parte de un dramático diagnóstico, aunque sus padres creían que era una cita más con el pediatra, el resultado fue dramático.
“Cuando tenía dos años le mandaron a hacer un ultrasonido y otros exámenes, fue como el médico se dio cuenta que tenía un tumor en el riñón. Él me explicó que era de células cancerígenas y que mi hijo necesitaba quimioterapia. Yo siempre había escuchado que las personas decían me duele el corazón, pero ahí supe que era eso”, relató Lucrecia Rivera, madre del menor.
Ayuda
Después de la noticia la pareja empezó a buscar ayuda, pues desconocían de la enfermedad, aunque sospechaban que los próximos días serian difíciles. Viajaron a la capital y pudieron contactar a la fundación Ayúdame a Vivir (Ayuvi), que les ayudó a que Abraham recibiera tratamiento.
“Lo más difícil era viajar a la una o dos de la mañana, solo Dios me pudo dar fuerzas porque a veces pensaba que mi hijo moriría y que no habían esperanza, por eso le digo a las madres que están pasando por lo que yo pasé, que busquen ayuda y no se den por vencidas, porque si hay esperanza. Hay que estar pendientes de los dolores o molestias”, dijo Rivera.
Ahora, el niño es un sobreviviente de cáncer, los médicos tuvieron que quitarle el riñón afectado. Además de la quimioterapia que le hizo perder el cabello, la mala experiencia se repitió en la vida de Abraham dos veces. El cáncer también le afectó un pulmón, por lo que nuevamente necesitó tratamiento.Hace dos años los médicos pensaron que el cáncer había regresado al pulmón, pero fue el diagnóstico fue descartado.
“Cuando llegamos a Unop lo primero que vi fue a una familia afectada porque su hijo había muerto. Yo no podía aceptar que mi hijo tuviera una enfermedad así, pensaba en las personas que hacen cosas malas y dañan a otros, pero no enferman de cáncer. En cambio mi hijo era un niño que no le hacía daño a nadie”, indicó Erick Punay, padre del menor.
Actualmente Abraham continua con el tratamiento para prevenir que el cáncer se presente nuevamente. Estudia preparatoria, le gustan los videojuegos y el futbol. Con tristeza recuerda que no le gustaba estar internado en el hospital porque estaba lejos de su familia, su sueño es que al igual que él, otros niños puedan tener el tratamiento y no mueran.
Colaboración
Los esposos Punay colaboran para recaudar fondos que permitan el mantenimiento de las Clínicas de Ayuvi, para niños con cáncer en Quetzaltenango, inauguradas en febrero de este año. Actualmente se atiende a un promedio de 13 niños, aunque la capacidad es para 30, pero necesitan completar el equipo médico, por lo que realizan diferentes actividades y la próxima será una carrera de cinco kilómetros, desde el parque central de Almolonga el 27 de agosto a las 8 horas.
Quienes deseen participar pueden hacerlo con un donativo de Q50, que incluye una playera de la carrera Que Vivan los Niños, organizada por el Comité de Padres de Almolonga, que pese a ser pequeño, sus integrantes están decididos a recaudar fondos que permitan a más niños tener acceso al tratamiento.
“Gracias a Dios tenemos el apoyo de un grupo pequeño, pero entusiasta de padres de familia. Con esta y otras actividades se busca contar con fondos para completar el equipo en Quetzaltenango y dar mantenimiento al lugar, de esta manera evitamos el largo viaje a la capital, que representa incomodidad para los niños enfermos y quizás dejar al resto de la familia”, dijo Marlen Ramírez, coordinadora de recaudación de Ayuvi en Quetzaltenango
Para la familia Punay Rivera colaborar en la recaudación de fondos es una forma de agradecimiento a Ayuvi, por lo que hicieron y continúan haciendo por su hijo, quien es el menor de tres hermanos.
Abraham agradece la existencia de una hermana de su padre, a quien llaman tía mamá, pues ella ayudó a la familia y en algunas ocasiones acompañó al niño a la capital, cuando sus padres no podían hacerlo.