Son las 17 horas y en la Avenida de La Reforma cientos de personas caminan hacia las estaciones de autobús, los automovilistas aceleran y suenan las bocinas de sus vehículos, es cuando entre la multitud empiezan a sobresalir los runners.
Hasta las 20 horas, las avenidas de La Reforma y las Américas se transforman en pistas de atletismo de decenas de corredores. Pareciera una competencia, pero solo es el ímpetu de correr por salud, afición o para romper sus metas deportivas.
En la capital los runners tomaron auge, explica el entrenador Oseb Arana Orozco, porque se construyó infraestructura que permite ese tipo de movilidad, aunque “aún es limitada”.
Los runners se entrenan con frecuencia por salud o para sobrepasar metas personales y en la capital han hecho de varias avenidas y calzadas sus centros de entrenamiento. Ya no es sorpresa ver en la vía pública a personas que corren a ritmo ligero.
De la Diagonal 14 —Jardines de la Asunción—, hacia el Campo Marte, en la zona 5, se forma uno de los circuitos utilizados por vecinos de las zonas 1, 5 y 6. Muchos comienzan su rutina a las cuatro de la mañana y se les ve regresar dos horas después.
Otras personas prefieren entrenarse por los bulevares Austriaco, Landívar y Vista Hermosa, en las zonas 15 y 16, porque son más intensos.
También avanzan sobre el bulevar Los Próceres y hacia la ruta a El Salvador. Aunque en menor número, algunos runners se entrenan en las calzadas Atanasio Tzul y Roosevelt. Algunos lo hacen en sus condominios y colonias.
Incentivos
En el centro histórico capitalino es común ver grupos de personas que corren. Algunos llevan mochilas con hidratantes, visten trajes elásticos reflectivos y portan relojes que miden el trayecto.
Eduardo Flores, gerente financiero, es uno de los miles de corredores que se desplazan por la capital. A sus 45 años se ha convertido en un corredor de alto rendimiento y periódicamente participa en competencias.
Para completar las carreras, Flores se entrena tres veces por semana en la ciudad, uno de los lugares es el estadio Doroteo Guamuch Flores, en la zona 5.
Los jueves se reúne con amigos en ese estadio para entrenar velocidad. El resto de la semana lo hace en la Avenida de las Américas, zona 13, o en el bulevar Vista Hermosa, zona 15.
“Comencé a correr porque tenía presión alta y el médico me recomendó ejercitarme. Escogí el atletismo porque en los recorridos se ven lindos paisajes. Empecé cuando tenía 40 años, nunca en mi vida había corrido y ahora participo en maratones —competencias de 42 kilómetros—”, cuenta Flores.
¿Para qué?
Pero, ¿por qué corren las personas? Huraki Murakami respondió a ese interrogante en su libro De qué hablo cuando hablo de correr. El escritor japonés corre porque lo hace sentirse libre, porque piensa mientras corre. Su texto, escrito en primera persona, cuenta sobre su preparación física y mental para correr, sus miedos, y sus experiencias en maratones organizadas en distintos países, en donde debe acoplarse al clima y la topografía.
Silvia Alaya corre desde hace cuatro años. Un amigo del gimnasio la invitó a integrarse a un grupo de corredores. Ahora ya no va al gimnasio, porque no lo necesita.
Comenzó a correr para ejercitarse y pronto se volvió en su pasión. Integra el grupo Amigos por las carreras, que se entrena dos horas, los martes y jueves por las noches. El primer día lo hacen en el bulevar Juan pablo II, zona 13, y el segundo, en el parque Érick Barrondo, zona 7.
La primera actividad es menos intensa porque está pensada para recuperarse de las carreras en las que participan los domingos, en las que consiguen velocidad, y la segunda, para trabajar fuerza y trail —carrera en barrancos, senderos o montaña, con subidas severas—.
“Corro porque es el momento cuando encuentro libertad, me lleno de paz, oxigeno mis pulmones y fortalezco mi cuerpo. Cuando corro me encuentro conmigo misma, es el momento solo para mí, calma mi mente y me relaja por completo”, comenta.
Muchos de los corredores participan en las carreras que organizan diferentes entidades, para lo cual viajan a la provincia. Esquipulas, Cobán, San Juan Sacatepéquez, Amatitlán, Quetzaltenango, entre otras ciudades han recibido a miles de corredores aficionados, que cada día perfeccionan su disciplina, por salud, para convivir con amigos y porque la infraestructura se los permite.
Según Arana Orozco, hay una buena combinación entre la mejora en la salud de quien corre y la afición por el atletismo, por la que los corredores se adueñan de las ciudades
Se apoderan de las urbes
Recorrido
La capital cuenta con ocho ciclovías, que miden 14 kilómetros en total. Se trata de un sistema que cuenta con un carril exclusivo, conexión de rutas directas e integración con el servicio de Transmetro. Esa infraestructura tiene el objetivo de impulsar el uso de bicicleta como transporte alterno para la movilización en el área metropolitana.
Le puede interesar
Carlos Sandoval, vocero de la Municipalidad de Guatemala, indicó que la Policía Municipal ha apoyado a grupo de ciclistas que lo solicitan, en el manejo del tránsito. Añadió que apoyan carreras de agenda, pero a grupos de corredores no, aunque pueden solicitarlo y se les daría si está en las posibilidades de la comuna.
Sandoval explicó que por las noches y madrugadas es frecuente observar corredores en las ciclovías de las avenidas Reforma y Las Américas, áreas poco transitadas, ya que las bicicletas representan el 0.06 por ciento del parque vehicular de la ciudad.
Recorrido
El costo de correr
La mayoría de corredores se inscribe en las carreras organizadas en distintas ciudades del país. En un año, pagan hasta Q5 mil por participación —el costo de las carreras va de Q35 a Q350—, aunque se pueden correr de forma gratuita, si no se inscriben. Con el Identificador Personal Único registran su desempeño, por evento —tiempo, pasos y pueden obtener un diploma digital de su marca—.
Recorrido