El reconocimiento promovido por la Casa Huehueteca de la Cultura, la Asociación de Artistas y amigos de la familia, enaltece el natalicio de un personaje que se caracterizó por su sencillez, habilidad de escribir y componer canciones.
“Él es hijo predilecto de Huehuetenango y aunque pasan los años desde su muerte, su legado se mantiene vivo; nuestra lucha es que las nuevas generaciones conozcan su aporte”, explica.
Según Castillo, se pretende que su nombre no muera y que por el contrario, que las nuevas generaciones conozcan su poesía y música, un aporte de vida caracterizado por su honradez, innumerables historias desde que impartió clases en el Instituto Alejandro Córdova, que hoy lo recuerda con cada melodía que dejó plasmada en el pentagrama.
Lamentó que pese a los esfuerzos por promover a este personaje no es suficiente y se relega a un segundo plano, cuya responsabilidad debe ser del sector educativo, “aunque algunos resaltan a don José Ernesto se hace poco para todo lo que él significa para Huehuetenango”, dijo.
“Me emociona este homenaje a mi amado esposo”, así se expresó Magaly de Monzón, viuda del cantautor al participar de este reconocimiento que le deja sentimientos encontrados, pues por un lado la tristeza de su partida y por otro la felicidad que en su departamento se le recuerde.
Afirmó que su romanticismo es lo que más se extraña, pues en moto recorrieron toda la república, de pronto una parada en carretera se tomaba unos minutos para escribir sobre un pueblo y así fue como le dedicó letras y sonidos al país.
La viuda detalla que en su poder tiene todo el legado que él dejó, lo que se transforma en una riqueza histórica que se comparte con el talento de sus hijos Brenda, que es poetisa; Renato, que se convirtió en músico en la banda Cañaveral y sus cinco nietos de su hija Ixmucané, quienes ejecutan 16 instrumentos.
“José Ernesto va a vivir muchos años más con el legado de sus hijos y su música” indicó.
Hijo adoptivo
Fortunato Pablo Mendoza, originario de Todos Santos Cuchumatán, municipio donde nació el compositor, afirmó sentirse orgulloso de ser hijo adoptivo de José Ernesto, de quien recibió todo el apoyo para poder concluir sus estudios del ciclo básico y diversificado hasta graduarse de maestro.
Refiere que su relación fue de padre a hijo, lo trasladó a Totonicapán para que estudiara por lo que le tiene aprecio especial, pues si bien está muerto, su espíritu se mantiene en la familia y el país porque le cantó a muchos pueblos.