Muchas personas esperan en la fila para obtener el documento. Algunos dicen: “¡Chavo un lustre!”, y otros: “¿Qué vale un lustre?”.
“Los clientes hablan conmigo. Mi anhelo es seguir con mis estudios”, dice Marroquín, quien en medio del bullicio de usuarios y tramitadores consigue el sustento diario.
Otros lustradores han recibido el beneficio del programa Lecciones Brillantes, que impulsa Zapaterías Cobán y la Fundación Miguel Torrebiarte S. Se trata de un programa de primaria acelerada para que los lustradores menores de edad puedan concluirla y las clases se imparten los sábados en el colegio Liceo San Francisco de Borja, zona 1 capitalina.
Entre los estudiantes se escucha el ruido de tijeras, papel y algunas frases como: “Seño, ¿está bien así?” o “profe mire como voy”. Hay poco tiempo para platicar, pues el trabajo para una actividad especial debe quedar terminado.
Entre el grupo también está Miguel León, 15, originario de Chichicastenango. El estudiante sonríe, pues sabe que se acerca la hora de refacción. Recuerda que hace cinco años migró a la capital y también lustra zapatos en Migración.
“Mi jornada comienza a las 4 de la mañana y termina a las 4 de la tarde”, expresa mientras resalta que dos de sus hermanos menores también migraron y hacen el mismo trabajo que él.
Con caja de lustre en mano y una sonrisa, Miguel es solicitado por la clientela. Paga Q400 mensuales de alquiler de un cuarto, donde vive junto a sus hermanos Manuel Álex, 10, y Carlos Tomás, 11, cuya jornada de lustrar zapatos comienza a las 7 horas y termina a las 16, también en la zona 4.
Para vivir en la capital estos menores deben ingeniárselas, pues deben cubrir todos sus gastos.
Los hermanos León pagan Q2 por el lavado de cada prenda de vestir y cada día se esfuerzan para ganar dinero que les ayuda a sobrevivir.
Sus padres viven en Chichicastenango. Su progenitor se dedica a la agricultura y su madre es ama de casa.
“Me gustaría ser abogado y tener mi casa”, relata Miguel, quien es el encargado de cuidar a sus hermanos si alguno se enferma.
Con el trabajo de los tres, el objetivo es ayudar en la economía del hogar. “Mis dos hermanos solo este año estarán en la capital”, afirmó, luego se dispone a disfrutar su refacción escolar.
Manuel Álex dijo que sus clientes le dicen que hace un buen trabajo. “Algunos dan propina”, se sonríe y busca con quién jugar futbol en el receso de clases en el colegio.
Una historia similar vive su hermano Carlos Tomás, quien recordó que hace 10 meses comenzaron con el trabajo de lustrador. “Cobro Q4 por un lustre, mi hermano me enseñó a lustrar”, recuerda y confiesa que sueña con ser ingeniero.
Calor humano
Patricia Hernández, una de las maestras, afirma que trabajar con los menores le ha dado un plus a su vida, pues conoce algunas de las dificultades que viven sus estudiantes. “Pongan atención”, añade y con paciencia continúa con la enseñanza.
“Les ofrecemos calor humano, cariño y atención”, asegura la maestra, quien dice que en algunos casos, los menores emprenden solos el viaje a la urbe.
El estudiante Moisés Elías Ramos,15, de Totonicapán, desde hace dos años lustra zapatos en la capital y paga Q175 al mes de alquiler cerca de La Terminal.
Para Moisés, el trabajo de lustrador implica adaptarse a estar bajo el sol y correr riesgos. “En una ocasión me asaltaron. Eran las 6 y media de la tarde”, recordó.
Agrega que su familia lo motiva a continuar con sus estudios, pues desea ser arquitecto.
Etapas de estudio
Los estudiantes están divididos en tres etapas. La cero, los que no saben leer ni escribir; primera etapa, de primero a tercero; y segunda, de cuarto a sexto.
El objetivo es que culminen la primaria y luego se gestiona apoyo para que continúen sus estudios hasta ser profesionales.
Mario Samperio, director de la Fundación Miguel Torrebiarte S, recuerda que la idea de apoyar en educación a los lustradores nació en el 2015, cuando el plan piloto consistió en entregar a los beneficiados una caja para lustrar calzado con todos los productos para hacer el trabajo.
En la caja se les instaló un radio para que escucharan lecciones mientras trabajaban. “Fue tal el éxito del proyecto que comenzamos con 30 niños y terminamos con unos 200”, refirió Samperio.
En el 2016 hubo un cambio, pues las clases quedaron al cien por ciento de manera presencial, los sábados de 8 a 12 horas, en el colegio.
Este año el Ministerio de Educación aprobó que el programa impartiera la primaria acelerada. “Somos fieles creyentes de que la educación es uno de los pilares para sacar adelante a Guatemala.Queremos impactar a más niños para que sigan básicos y la universidad. Esto es a largo plazo”, comentó Samperio.
Apoyo integral
Otra organización que trabaja en favor de la niñez es la Fundación Libre Infancia, que atiende a niños a partir de los 8 meses de edad, hijos de recolectores de desechos en el relleno sanitario de la zona 3 capitalina, para evitar que en el futuro lleguen a trabajar a ese lugar.
Dayrin de Véliz, directora ejecutiva, informó que la ayuda es con énfasis en educación y en la integración familiar.
El programa contempla ayuda espiritual y apoyo psicológico, pues la mayoría de menores vive en zonas violentas. Actualmente atienden a 200 pequeños a quienes les ofrecen educación, salud, recreación y alimentación.
Datos nacionales
Cifras revelan realidad de muchos niños en el país.
- Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2014, en ese año la población del país era de unos 16 millones, de estos, 4.3 millones son niños y adolescentes entre 7 y 17 años, de los cuales 790 mil estaban ocupados.
- De la cifra anterior, 222 mil son mujeres y 567 mil 987 hombres.
- De este segmento de la población, el 55.3 por ciento desarrolla actividades productivas sin recibir remuneración. El 41.4 por ciento trabaja para un empleador y un 3.3 por ciento lo hace de manera independiente.
- El 42 por ciento vive en pobreza, 34.7 por ciento en pobreza extrema y 22.4 por ciento vive en situación de no pobreza.
- Entre las peores formas del trabajo infantil están la trata de personas y la explotación sexual y comercial, incluida la pornografía.