Algunos lejanos relámpagos iluminaban brevemente el camino y las tumbas que los rodeaban. Unos segundos después el trueno producido por un rayo chocó contra las paredes del lugar haciéndolo vibrar y asustando muy en el fondo a los dos hombres que caminaban decidida y rápidamente hacia el nicho de aquella mujer.
La tormenta se acercaba y debían hacerlo rápido, porque después de sacar el ataúd y robar todo lo que tuviera dentro debían devolver el cuerpo y sellar de nuevo el nicho para que nadie notara lo que habían hecho.
Llegaron a la tumba
Luego de algunos minutos llegaron al lugar, la calle donde se encontraba enterrada aquella mujer tenía cerca algunas tumbas y algunos espacios vacíos en donde ellos mismos habían cavado una fosa esa tarde y en donde estratégicamente habían dejado toda la herramienta que necesitarían para el trabajo nocturno.
Rápidamente colocaron una escalera y don Víctor se apresuró a subir y martillar el cemento que aún fresco cedió fácilmente.
En un par de minutos quedó abierto y vieron el lujoso ataúd brillar por la luz de las linternas y de los cada vez más cercanos rayos de la tormenta.
Tenían bien ensayado el procedimiento para bajar los ataúdes de las partes más altas. Lazos y una escalera más pequeña colocada estratégicamente en la entrada del nicho siempre había funcionado.
Sacaron el ataúd
Así lo hicieron. Amarraron una de las puntas del ataúd con unos de los lazos y tiraron hacia afuera, cuando esa punta estuvo en el exterior don Chentío se subió hasta la terraza de los nichos y colocando otro lazo comenzó a hacer fuerza hacia arriba para que el ataúd bajará lentamente por la escalera.
Pero esta vez no sucedió así, la escalera se rompió por la mitad, los lazos cedieron ante el peso y el ataúd cayó haciéndose pedazos en el suelo del cementerio.
Pasaron algunos segundos en los que ni don Chentío ni don Víctor sabían qué había sucedido. Arriba don Chentío se salvó por poco de caer al mismo tiempo que el ataúd.
Y abajo don Víctor se salvó por unos centímetros de ser aplastado por la enorme caja. Las linternas se habían caído también y no los iluminaban.
El misterioso ser
Al recuperarse del susto, Chentío bajó lentamente por la escalera adivinando en donde poner los pies porque la oscuridad era total. Un rayo iluminó brevemente, pero lo suficiente para que pudiera ver a una mujer anciana parada en la base de la escalera.
El susto lo hizo caer algunos metros, los suficientes para hacerse pedazos el tobillo derecho, gritaba de dolor, gritaba llamando a Víctor que estaba a gatas buscando la linterna en la oscuridad.
Todo era confusión, pero en un instante la luz de la linterna iluminó el lugar, Víctor la había encontrado y ahora se acercaba a ayudar a don Chentío que del dolor había olvidado a la anciana que había visto unos segundos y además había provocado su caída
“Mano, me hice lata el tobillo”, dijo Chentío.
Y era verdad, Víctor le iluminó el tobillo y vio su calcetín y su zapato empapados de sangre. Instintivamente bajó el calcetín con una de sus manos y vio el hueso expuesto en el pie de su compadre.
Un grito de dolor hizo que lo soltara e iluminara su rostro que mostraba un gesto de intenso dolor.
Alumbra para allá le dijo Chentío a Víctor, este obedeció iluminando la escalera que se encontraba en su lugar.
Víctor preguntó: ¿Por qué? ¿Qué pasó? Nada, me pareció ver a alguien, por eso me caí.
Víctor se paró de inmediato invadido por el miedo iluminando a su alrededor, no había nadie, solamente el ataúd hecho pedazos y un cuerpo debajo de toda la madera, pero también, regadas a su alrededor muchas joyas y dinero en efectivo.
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Por un momento se olvidaron de todo lo que había sucedido, emocionados tomaron del suelo lo que encontraban. Había billetes de Q100, joyas que parecían muy valiosas, anillos y aretes de oro y de plata.
Todo lo metían en un pequeño maletín que usaban para su herramienta y para sacar las pertenencias de los muertos del cementerio. Parecía que habían recogido todo, era muy buen botín, el dolor y el daño definitivamente valía la pena; sin embargo, Víctor debería hacer todo lo que faltaba.
Chentío no se podía mover y aún sangraba, por lo que idearon un plan, sellarían el nicho y luego meterían el cuerpo y la madera en la fosa que habían cavado y la llenarían de tierra. Todo debía quedar listo antes del amanecer y así lo hicieron.