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Tiziana Billy y Virginia Bartolomé son dos surfistas campeonas a nivel guatemalteco y representantes en competencias internacionales para el país.
Ambas decidieron devolver un poco de lo que el deporte les ha dado y por ello desde enero pasado ofrecen clases gratuitas a niños locales en las playas de Iztapa, en el departamento de Escuintla, 125 kilómetros al sur de Ciudad de Guatemala.
“Iztapa es una playa con desembocadura de ríos grandes. Eso trae mucha pesca y cosas buenas, pero está abandonada por el gobierno local. Su potencial para el surf es enorme”, le explicó Bartolomé.
La idea de la academia de las surfistas, denominada El Ride, es dar clases privadas a quien pueda pagarlas y gratuitas a los niños de las comunidades locales, en donde pueden aprender los valores y la disciplina del deporte.
Educación integral
Billy y Bartolomé consideran que si los niños se involucran en el deporte pueden desarrollarse en todo sentido y principalmente aprender una disciplina que en un futuro puede explotarse turística o profesionalmente.
Las dos surfistas guatemaltecas explicaron que con varios años de práctica los niños pueden convertirse después en entrenadores certificados o potenciar los beneficios de la playa con negocios propios.
En Guatemala, el 59 por ciento de sus 16 millones de habitantes vive bajo el umbral de la pobreza y uno de cada dos niños sufre de desnutrición, según organismos internacionales.
Para colmo, la pandemia dejó escaso el turismo y las clases están suspendidas de manera presencial desde marzo con la llegada del covid-19, por lo que el panorama no pinta del todo claro en un futuro para los casi tres millones de niños en el sistema escolar.
La semana anterior, un estudio divulgado por medios locales detalló que en preprimaria existe una deserción escolar de casi el 40 por ciento debido al coronavirus.
De cualquier manera, para Billy y Bartolomé ha sido una grata sorpresa y novedad que niñas se involucren en el deporte, casi solo practicado por hombres en Guatemala.
“Cuando empecé a surfear no había categoría femenina en el país. A veces entraba sola a los torneos y competía con los hombres. Al final competía sola en mi categoría”, recordó Bartolomé, de 28 años y campeona local en múltiples ocasiones.
“Es importante que sepan que pueden llegar a ser lo que ellas quieran”, añadió Bartolomé en referencia a un país donde el 52 por ciento de la población es femenina, pero a la vez solamente el 78 por ciento de ellas pueden leer a los siete años, mientras que en hombres la cifra asciende al 85 por ciento de acuerdo a registros oficiales.
Billy, de 30 años y quien en 2010 fue medallista de oro en equitación en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2010 en Mayagüez, Puerto Rico, ve mucho potencial en Iztapa y la comunidad.
“Esta playa es un diamante en bruto. Tiene una de las mejores olas del país. Solo se necesita apoyo para que logre su potencial como destino”, argumenta la surfista, quien también representó a Guatemala en el mundial de la categoría de 2016.
Olas ideales
Iztapa está a dos horas en automóvil de la Ciudad de Guatemala y según varios atletas cuenta con las mejores olas del país. Por la desembocadura de un río, también se crean condiciones adecuadas para la enseñanza de niños y novatos. Sin embargo, la playa es poco visitada por turistas incluso desde antes de la pandemia.
“Si hubiera más turismo sería perfecto, pero la basura los ahuyenta. Hemos intentado organizar jornadas de limpieza, pero entre la basura que llega por los ríos y parte de la comunidad que arroja su basura en las playas, es muy difícil”, dijo la propietaria de un hostal en Iztapa, Adixa Zacarías, que además es entusiasta del surf.
La comunidad se dedica principalmente a la pesca, pero el invierno merma la cantidad de peces en aguas cercanas, y sumado a la crisis económica, la población enfrenta problemas para subsistir.
Pese a ello, para los niños es un escape. Las clases de El Ride empiezan con juegos para estirar y posteriormente les enseñan a los infantes a reconocer las condiciones del mar para surfear, mientras los pequeños observan a lo lejos a sus madres. La mayoría trabaja en la economía informal.
Steven y Thiago, dos hermanos, empiezan la clase con miedo. Entran al mar nerviosos y las instructoras nadan con ellos junto sus tablas. Poco después, los hermanos se deslizan sobre las olas con emoción hasta caerse, sin que ello les quite la alegría.
Lo mismo con Dayana, aunque la niña se muestra más segura. “Tú serás la próxima campeona de Guatemala”, le dice Virginia Bartolomé. Dayana infla el pecho y entra al agua para deslizarse con confianza.