“Cuando era joven trabajé de albañil y de mecánico industrial en algunas empresas y fincas de la Costa Sur, pero desde hace 15 años me quedé desempleado y fue cuando me di cuenta que el reciclaje era una alternativa para sobrevivir”, expresó.
Desde entonces recorre las principales calles de Chimaltenango y Sacatepéquez, en busca de latas, aluminio, papel, cartón, botellas plásticas y vidrios, las cuales vende en una recicladora cercana.
“No tengo esposa ni hijos, pero sí mascotas, por eso me esmero todos los días por darles lo mejor, pues también son seres vivos y merecen estar bien. Tengo familiares, pero no les pido ayuda, porque gracias a Dios aún puedo trabajar”, indicó Alquijay, quien solo terminó estudió la primaria.
Don Miguel, como le llaman los vecinos, asegura que antes los materiales reciclables eran mejor pagados, ahora debe sacrificarse más para obtener los recursos necesarios para su sostenimiento.
“La situación económica en el país cada vez está más difícil, pues trabajo para los profesionales casi no hay y para los adultos mayores sin estudio menos. Me siento feliz con mi trabajo, mientras Dios me de vida y salud lo seguiré haciendo, pues mi sueño es instalar el servicio de energía eléctrica y agua entubada en mi humilde vivienda”, comentó.
Asegura que cada uno de sus animales tiene su historia, pues la mayoría han sido rescatados en vertederos o carreteras.
“Vivo feliz con mis seis perros, un gato y un gallo. La mayoría de estos animalitos han sido abandonados por sus dueños, por eso decidí llevármelos a la casa, donde les brindo techo, salud y sobre todo amor. Algunos han muerto por vejez. Soy responsable con mis animales porque les compro su concentrado y los llevo a vacunar cuando les toca”, indicó Alquijay.