A esta ubicación se desplazó Prensa Libre y Guatevisión para conocer de fondo el impacto de la desnutrición crónica que cobró la vida de tres niños en los últimos días en esas comunidades y otros 58 menores siguen padeciéndola.
Afuera del CAP, se observa a varias madres esperando para la revisión periódica y para recibir avisos de eventuales ayudas que llegarán para las comunidades por parte del Gobierno u organizaciones humanitarias.
Aunque en Panzós casi todos hablan Q’eqchi’, los afiches informativos colgado en el centro sobre la lactancia materna y otros temas, están en español.
La diferencia del idioma dificulta la comunicación entre los trabajadores del Ministerio de Salud y Asistencia Social (MSPAS) y las madres de los niños, los más vulnerables por la desnutrición. Pero el personal no se da por vencido.
Conscientes de la necesidad de que el mensaje llegue lo más lejos posible, los trabajadores de salud elaboraron un video para alertar a los padres de familia de lo que puede llegarle a pasar a sus hijos si sufren la inanición de nutrientes y vitaminas.
Las imágenes son desgarradoras y muestran casos reales de niños afectados por la desnutrición crónica y con signos de kwashiorkor.
Una de las bebés tiene hinchazón en su rostro, se observan los brazos con escamas en la piel, pelo ralo, rojizo y débil. En uno de los bebés se le ven sus pequeños huesos resaltados.
Pero el video solo llega por chat a quienes tengan un teléfono celular. Ante la falta información y el difícil acceso a las comunidades, el mensaje no logra impregnar lo suficiente.
Cahaboncito, más afectado
Recorridos unos 17 kilómetros de terracería desde el CAP se llega hasta la aldea Cahaboncito, también en Panzós, que, según registros municipales, encabeza el listado de familias con “hambruna” con 882 casos en total. Son lo que requieren ayuda con mayor urgencia.
La comunidad ya no fue la misma desde el paso de las tormentas Eta e Iota que impactó sus cultivos para la subsistencia.
Allí vive Amalia Tiul, de 42 años, madre de Astrid, de 3, quien padece de desnutrición.
Con su idioma materno Q’eqchi’ explica la crisis por la que están atravesando ahora, con una dieta basada casi solo en frijoles, hierbas y tortillas con chile.
Las dificultades del extenso camino hacen difícil que viajen hasta el Centro de Atención, costear el transporte resulta casi imposible ante los bajos ingresos económicos.
“De vez en cuando llegó el personal del puesto de Salud para revisar a la bebé. Ahora tiene 16 libras, no sube ni baja y tiene tres años”, explica la madre de Astrid.
“Solo leche nos han dado para tres meses. No hay nada de alimentos”, asegura.
Dificultad para la siembra de cultivos
Erminio Choc, parte del comité de vecinos, explica que luchan para poder llevar alimentos a la mesa, pero hay dificultades que persisten y se sienten olvidados por el Estado.
“Cuesta sembrar tomando en cuenta que los costos de los fertilizantes se elevaron. Podemos sembrar la tierra, pero la tierra no produce. No crece la milpa. Vea ahora el abono, cuesta Q500 el quintal y nuestro maíz se vende muy barato”, se aqueja.
“Unos van a pescar y con el dinero compran 10 o 20 libras. La otra persona vende leña entre nosotros. Así lo estamos pasando”.
“Estamos muy necesitados por la borda, eso es lo que nos hace falta. Por eso nosotros no podemos sembrar”, asegura Choc, a medida de súplica al Gobierno central.
Según explica, sin la borda, el aumento de los caudales del río Cahabón y Polochic los afecta seriamente a los cultivos y les ha dejado pérdidas.