“Cuando yo era joven me preguntaba por qué Dios me hizo así, pero a través de los años y de mi trabajo comprendí que lograría superarme y abrir muchas puertas y ayudar a personas con situación similar”.
La educadora añadió que aunque es difícil y doloroso tener algún tipo de discapacidad, las personas deben de aprender a vivir con las dificultades.
“Tengo una hija, dos nietos y una familia adorable. Siempre me trataron como una persona sin discapacidad y gracias al apoyo de todos, logré superarme”, dijo.
Recordó que su niñez fue díficil y en la escuela no la aceptaban porque pensaban que su enfermedad era contagiosa. “Me decían muchos apodos y ahora en Edecri tratamos de que no existan sobrenombres”, resaltó la maestra.
Relató que cuando tenía 4 años sufrió poliomielitis, por lo que la movilidad en su pierna derecha y brazo izquierdo fue afectada y estuvo hospitalizada por mucho tiempo.
Explicó que al principio caminaba con la ayuda de un aparato y era bastante vergonzoso utilizarlo, sumado a que sus compañeras se sorprendían.
“Por eso hago énfasis en que las personas con discapacidad tienen un corazón igual que cualquier otra persona”, aseguró la docente.
Agregó que trabajó en una aldea de Nebaj, Quiché, donde conoció a un joven que no podía caminar y que utilizaba las manos para arrastrarse, por lo que su familia lo mantenía escondido.
Añadió que habló con los parientes para sensibilizarlos y que lo tuvieran en mejores condiciones. Indicó que ahora ese joven contrajo matrimonio y es profesional.