¡Los gatos también necesitan ser rescatados!
Adoptar a un felino como parte de tu familia será garantía de compañía, diversión y muchas travesuras.
Mucho se habla del rescate y adopción de perros, pues se cree que por el carácter independiente de los gatos, ellos no necesitan rescate. Sin embargo, esto es falso. Los gatos, al igual que otras mascotas de diferentes especies, necesitan tener un hogar. No solo por tener un lugar fijo en el cual pueden conseguir agua y comida, sino también por todos los cuidados que las mascotas necesitan. Entre ellos chequeos veterinarios constantes, vacunaciones y desparasitaciones, la castración y establecer un vínculo con su amo.
El tiempo de juego es indispensable para su desarrollo y los veterinarios recomiendan que, para mantener su bienestar y salud, los gatos no salgan de casa. Existen muchos implementos para enriquecer su ambiente que pueden mantenerlo entretenido y no sienta la necesidad de salir. Además, una dieta rica en proteína de origen animal lo mantendrá alejado de la caza, lo cual podría poner en riesgo su vida.
Todo lo anterior ha quedado evidenciado en muchas historias, algunas dramáticas e incluso increíbles, sobre gatos que han logrado entrar al corazón y al hogar de muchos guatemaltecos. A continuación quedan algunas historias sobre estos rescates que, tal vez, podrían motivarte e inspirarte a integrar a un felino a tu núcleo familiar.
Benji
“Estaba en una casa de descanso en un residencial en Escuintla. Benji (como nombramos al gatito) llegó lastimado, débil y desganado; ya era de madrugada y ya no teníamos comida, así que uno de nosotros le dio lo que le quedaba en su lata de atún. Desde que lo vi les comenté que había que traerlo a la ciudad, o no iba a vivir mucho tiempo más. Pero como nos regresábamos hasta el día siguiente, pensamos que no seguiría allí. Al otro día, al despertar, estaba echadito enrollado afuera del cuarto, así que me puse a armar una caja con pedazos de cajas viejas que había en el terreno. Lo metí a la caja y se vino a la capital conmigo. Estaba tan débil que apenas podía caminar. Lo mantuve con comida húmeda y suero con jeringa porque era domingo. El lunes lo llevé al veterinario y pesaba cuatro libras. Le diagnosticaron infección intestinal, desnutrición severa y catarro. Con muchas medicinas y vitaminas, en cuestión de un mes dobló su peso y ya lo pude vacunar y castrar. Ahora es un gatito gordito y re consentido”, Lourdes Mendoza, dueña de Benji.
Simón
“Simón alias “el chiqui” llegó junto a sus dos hermanitos a nuestro garaje. No sabemos si la mamá los llevó o los tuvo allí, pero uno de ellos salió y se atoró en unas cajas. Salimos a ver y pensamos que se había ido pero más tarde mi mamá movió todas las cajas y descubrió a los tres gatitos. Entonces los entró a la casa y los bañó. Como ya teníamos un gato, pensamos que no agarraríamos a ninguno pero a última hora mi mamá decidió quedarse con “el chiqui” y es lo mejor que pudimos haber hecho. Fue la compañía de nuestro otro gato, es súper cariñoso, le encanta jugar a las escondidas, meditar en el jardín, saltar y subirse a lo que pueda (puro mono), dormir y maullar hasta el cansancio por una galletita”, Karla Lainfiesta, dueña de Simón.
Oreo
“Oreo era uno de los muchos gatitos que habían nacido de una gata que no estaba castrada y cuyo dueño no se hacía responsable de sus partos, mucho menos de sus cuidados. Oreo y sus hermanos deambulaban en un edificio de apartamentos y decidí llevarme a mi casa al único gatito bebé negro de la camada. Cuando Oreo tenía 6 meses, decidió subirse a un árbol de buganvilia en el patio trasero de la casa. Era de noche cuando nos dimos cuenta y nos dio pena llamar a los bomberos pues sabemos que existen emergencias mayores que deben atender. A la mañana siguiente, mi novio decidió treparse a una palmera que estaba junto a la buganvilia y llamar al gato para que se acercara y poder rescatarlo. A pesar de la amenaza que significaban las espinas de ese árbol para el pequeño gatito, Oreo se armó de valor para caminar cuidadosamente sobre las ramas, llegar a la palmera y ser rescatado.
Pero estas dos veces no han sido las únicas ocasiones en que he rescatado a Oreo. Cuando nos mudamos de la casa de mi madre a un apartamento, Oreo sintió muy duro el cambio y añoraba la libertad que había dejado atrás. En la primera semana, arrancó el cedazo de una ventana, movió las paletas de vidrio y se escapó. Lo busqué todo el día, puse su arenero afuera e hice todo lo que me recomendaban para encontrarlo pero fue por gusto. Así pasó un mes y yo ya me había dado por vencida. Pero una madrugada, al regresar de una fiesta, vi una sombra negra a la par de la puerta. No estaba segura que fuera él y al llamarlo, poco a poco se acercó y ¡era él! Le serví su comida y mientras se alimentaba, ambos llorábamos de la felicidad por el reencuentro. Era un saco de huesos y el veterinario indicó que pudo haber estado aislado sin comer ni dejar de llorar. Ahora Oreo lleva ocho años conmigo, tal vez tendrá algunas vidas agotadas de tantas travesuras pero por fin ha entendido que, donde estoy yo, allí es su hogar”, Andrea Quezada, dueña de Oreo.
Wasabi y Plui
“A inicios de la pandemia una pandilla de gatos venía a pedir comida a la puerta de la casa. A las seis de la tarde en punto rascaban para avisar que ya estaban aquí. Queríamos salvar a la gata más jovencita, la “Miauchis”, pero no quería entrar ni se dejaba cargar. A los meses nos dimos cuenta que estaba embarazada. En septiembre de 2020 dio a luz en el motor de un carro parqueado frente a la casa. Con mis vecinos sacamos a los bebés porque se caían al concreto y temíamos que las lluvias se los llevaran. La Miauchis no peleó con nosotros, sabía que hacíamos todo aquello para cuidarlos. A los pocos días de dar a luz, la Miauchis murió de una manera terrible, dejando huérfanos a los bebés. Por suerte los vecinos tenían a una mamá nodriza. Sobrevivieron tres de los cuatro gatitos bebés. Dos de ellos viven con nosotros y uno con los vecinos. Wasabi y Plui son los nuevos miembros de la familia”, Anamaría Arroyo, dueña de Wasabi y Plui.