Víctor M. Ruano

Víctor M. Ruano

NOTAS DE Víctor M. Ruano

La parroquia San Juan Bautista, Moyuta, recibe hoy a quien fue su obispo por cerca de tres lustros: Julio Cabrera Ovalle, ahora obispo de Jalapa-El Progreso. Llega para celebrar el Jubileo de las Familias, en el Año de la Misericordia, que se inició el pasado 8 de diciembre y concluirá este 20 de noviembre.
“¿Está usted de acuerdo con el desarrollo, instalación y operación de proyectos de minería química de metales en cualquier parte del municipio de Quesada?”, fue la pregunta que se plantearon los ciudadanos de este bello municipio jutiapaneco, situado a 100 km de la ciudad capital por la carretera Interamericana. En un ejercicio democrático legítimo, para dejar constancia de su voluntad, acudió a las urnas el 55.33% de los inscritos en el padrón electoral, superando el 20% de participación requerido por el Código Municipal para avalar la Consulta.
El cuarto domingo de Pascua es conocido como el Día del Buen Pastor, ya que cada año las comunidades cristianas reflexionan sobre un fragmento del capítulo 10 del Evangelio según San Juan, donde Jesús se presenta como el Buen Pastor que conoce y ama a su pueblo hasta dar la vida, y sus discípulos escuchan su voz y lo siguen.
La Semana Santa concluye hoy, pero su resonancia se prolongará durante los próximos 50 días, para ir asumiendo las consecuencias éticas del acontecimiento Jesucristo en su pasión-muerte-resurrección.
En nuestro país los ciudadanos se empobrecen cada día más, mientras en el resto del mundo los pobres disminuyen. Aquí “no solo hay más pobres, sino que su pobreza es mayor”. Una causa es el sistema económico que nos rige, que “no logra ni la inclusión de más personas ni su mayor participación en la producción y disfrute de la riqueza”. (CEG)
Después de más de 10 años de espera y de haber cumplido, hace rato, con unas condiciones que no fueron puestas en la creación de otras diócesis, finalmente el departamento de Jutiapa, al desmembrarlo de la Diócesis de Jalapa, se convierte en la Diócesis de Jutiapa, con cerca de medio millón de habitantes y un territorio de más de tres mil 200 kilómetros cuadrados; con una treintena de presbíteros originarios de las múltiples comunidades cristianas, agrupadas en 15 parroquias y otras más que se pueden crear; además, la vida consagrada está presente en 11 de los 17 municipios del departamento, que por 60 años fue evangelizado por la Orden de los Frailes Menores.
Durante ocho años escribí esta columna desde Jutiapa, “la cuna del Sol”, tratando de ser “la voz” de estos pueblos campesinos-xinkas empobrecidos por la corrupción y marginados de políticas públicas que deberían llevarlos a un desarrollo integral y sostenible. Esta perspectiva implicaba denuncia y crítica permanentes a quienes ejercen el poder, lo cual trajo reproches de algunos, incluido un alto diplomático eclesiástico de aquellos que no aman al pueblo, sino se muestran serviles de quienes “lo tiranizan y oprimen”. Pero también hubo reconocimiento y estímulo de muchos, entre los que destaco el respaldo incondicional del cardenal Quezada Toruño (R. I. P.) y de numerosos jutiapanecos.
Desde hace 49 años, por iniciativa de Pablo VI, cada 1 de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz, y da a conocer un mensaje que envía a las Cancillerías de cada Nación y a las Iglesias locales, al mismo tiempo que marca la perspectiva diplomática que impulsará durante el año que comienza. El Mensaje de este año, tercero del papa Francisco, se titula: “Vence la indiferencia y conquista la Paz”.
En Moyuta, “La Nereida del Pacífico”, el obispo de Jalapa, Julio Cabrera, inauguró ayer el Jubileo Extraordinario de la Misericordia abriendo la Puerta Santa para que las comunidades cristianas, desde Jalpatagua hasta la costa del Pacífico, experimenten el amor fiel de Dios. Hoy, en la Ciudad de Jutiapa, “La Cuna del Sol”, hace lo mismo en el templo San Cristóbal, con la presencia de los presbíteros y feligreses de ese decanato, que peregrinarán desde Agua Blanca hasta Acatempa y desde Jerez hasta Quesada.
La Iglesia, con la fiesta de Cristo Rey, llega al final del año litúrgico, cerrando así un ciclo más de su larga historia. Entre luces y sombras, ha buscado ser fiel a Jesús de Nazaret y solidaria con los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los hombres y mujeres de cada tiempo, sobre todo de los empobrecidos y sufridos, pues “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”.