Víctor M. Ruano

Víctor M. Ruano

NOTAS DE Víctor M. Ruano

El país está en permanente ebullición, generando imprevisibles consecuencias, porque sus máximas autoridades proceden torpemente en el manejo de los asuntos públicos, muestran inmadurez e irresponsabilidad en el modo de gobernar, alientan la confrontación y promueven la polarización. ¡Disculpen que un cura se los diga!, pero vivo entre la gente y eso es lo que se comenta. Los ciudadanos no los ven aliados confiables en la lucha contra la impunidad, en la consolidación del sistema de justicia y el desarrollo integral del país. Han demostrado que no les importa el destino de los pueblos y culturas que forman nuestra Guatemala.
En Guatemala se agudizan situaciones insoportables de hambre, pobreza y miseria, inseguridad ciudadana, emergencia sanitaria, colapso de la red vial, criminalización de líderes sociales, flujos migratorios, sobre todo entre  jóvenes; corruptos y ladrones en política, tan solo por indicar algunos de los problemas que nos duelen. La gravedad de estos, que afectan a ocho de cada 10 guatemaltecos, puede llevarnos a dejar de lado problemas que, por parecer menos urgentes en lo inmediato, pueden tener efectos desastrosos en todos los órdenes de la sociedad e hipotecan  el futuro del país.
Era lunes aquel día  24 de marzo de 1980. Hoy que se cumplen 38 años del fatídico hecho, un conjunto de parroquias agrupadas en el decanato que lleva su nombre, de la Diócesis de Jutiapa, se reúnen en Conguaco para agradecer el don de su canonización.
En las palabras de agradecimiento pronunciadas por Mons. José Cayetano Parra Novo, al final de la misa exequial de Mons. Óscar Julio Vian Morales, recordó que siempre concluía sus homilías diciendo: “Ánimo y adelante”. Además, agradeció  a la gente humilde y pobre de Guatemala, que manifestó su fe y amor despidiendo a su pastor y guía, con quien se identificó y escuchó sus mensajes evangélicos breves, vibrantes y encarnados en la realidad. Desde la casa del Padre a donde llegó después de haber pasado entre nosotros “haciendo el bien”, esas palabras son para las Iglesias Particulares de  Petén, Quetzaltenango-Totonicapán, Guatemala-Sacatepéquez, a quienes acompañó como su obispo, y también para los guatemaltecos que luchan por una sociedad distinta en medio de tanto corrupto de la vieja política y de los malos empresarios que han prosperado con el erario.
Las acciones del Ejecutivo, encabezado por Jimmy Morales, en su afán por expulsar al jefe de la Cicig  apuntan a consolidar “la dictadura de la corrupción”, expresan “su incompetencia para dirigir el país” y son una muestra  de la “falta de rumbo en los organismos del Estado”. Al no tener  liderazgo ni visión de estadista   quedó atrapado en su propio laberinto, escuchando coritos que le hacen creer que es “el enviado de Dios” o narraciones apoteósicas irreales de algunos militares que le fallaron a la patria, o cuentos chinos de políticos corruptos y tránsfugas.
La Iglesia en Guatemala cuenta con numerosos hombres y mujeres a quienes llama Testigos fieles, que son los que entregaron libremente sus vidas por amor a su pueblo, especialmente los más empobrecidos, y por fidelidad al Evangelio. Entre ellos destacan: Juan Gerardi, asesinado en la ciudad capital, en el gobierno de Arzú Irigoyen, 1998; Francisco Sthanley Rother, asesinado en Santiago Atitlán, Sololá; y Tulio Maruzzo, asesinado en Los Amates, Izabal, ambos en 1981, en el gobierno de facto de Ríos Montt. Tan solo por citar algunos.
Desde este rincón del planeta donde escribo, llamado por el poeta “La Nereida del Pacífico”, al ver el rostro y la realidad de campesinos y niños, de mujeres y jóvenes, constato la tragedia del pueblo guatemalteco, cuyo origen está en la corrupta dirigencia política de la que no escapa el gobierno de Jimmy Morales, y por lo que percibo, la situación no mejorará, pues siempre está en el lado equivocado. “No le atina”, dicen los campesinos de esta región. “El hombre en la luna”, dicen otros. Títere de roscas perversas y seguidor del excéntrico “faraón tuitero”. La última movida tirando pólvora en Medio Oriente lo demuestra.
Muchas comunidades durante el año han hecho una especie de “examen de conciencia parroquial” a la luz de Aparecida. Como resultado de ese proceso de reflexión los laicos constatan  que algunos  curas no hemos  “entrado del todo en la dinámica de la metanoia proclamada por Jesús en el inicio de su tarea misionera (cfr. Mc 1, 15), y de aquel cambio que el papa Francisco propone ahora con urgencia, comenzando por la apremiante invitación a “reformar lo deformado” en la Iglesia y en sus pastores”.
En la vida nacional vemos desfilar, con admiración, amplios sectores y genuinos líderes que están apostándole a un país distinto y ubicándose del lado del pueblo, dándole esperanza en sus luchas y animándole para el logro de sus legítimas demandas. También vemos, con indignación, minúsculos sectores privilegiados que defienden los intereses “del César”, entre ellos algunos diplomáticos, poniéndose del lado de un Estado podrido y racista, militarista y violento que no ha funcionado; y de una dirigencia política incapaz, sin visión de país y cínica. Ambos carcomidos por la llaga putrefacta de la corrupción.
Los presbíteros de la Iglesia en Guatemala se reunieron recientemente y, por haber estado los laicos tan presentes en sus deliberaciones, dado el tema que trataron —“Los presbíteros en la transformación misionera de la Iglesia, concretada en el cambio misionero de la parroquia”—  sintieron  la necesidad de compartir sus reflexiones en una carta que se está difundiendo en el país.  Son conscientes de que sin laicos y laicas no habría parroquia, pues son la mayoría del Pueblo de Dios. Les agradecen la entrega que muestran en el servicio del Evangelio a las comunidades cristianas en Guatemala.