Rina Montalvo

Rina Montalvo

NOTAS DE Rina Montalvo

Este es el caso: “Soy una ama de casa con una licenciatura, pero sin ninguna experiencia laboral porque mi esposo nunca me dejó trabajar. El problema es que hace algún tiempo venía soportando su carácter; me ignoraba, con desprecios, sin comunicación y siempre poniendo una barrera, encerrada en la casa y sin diversión alguna. El colmo fue cuando ya ni permitía que me le acercara. Estábamos conviviendo como dos hermanos.
Durante mucho tiempo, los lectores me han hecho una serie de preguntas sobre el tema de la felicidad. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez qué es la felicidad? ¿Quién no la ha deseado? ¿Quién no sueña con ser feliz?
Los lectores saben que por muchos años he compartido en este periódico temas de reflexión y motivación, que siempre son edificantes para las personas que gustan vivir en comunicación. La humanidad siempre ha atravesado crisis difíciles de toda clase, y en el mundo siempre ha existido ansiedad, ambiciones, egoísmo y tantas emociones negativas que hacen daño.
El divorcio es uno de los factores de crisis que el hombre o la mujer pueden atravesar en algún momento.
Muchas veces pasan casos tan especiales que vienen a confirmarnos que la fe es un arma poderosa, que puede mover montañas, que sin fe no es posible alcanzar lo que queremos o necesitamos. Viene al caso este comentario porque después de un mes de encontrarse extraviada la carta que hoy se publica, solo por la fe de quien la escribió y la envió, pudo llegar a mis manos.
Estos son mensajes de vida que bien vale la pena conocer. No porque sean portadores de ideas optimistas y ejemplares, sino porque —equivocados o no— todos tenemos derecho a expresarnos y ser escuchados. Sería peor guardar silencio y sumergirse en él.
Como siempre, las estaciones del año cambian nuestra rutina de vida y nuestras actitudes y costumbres, y hasta nuestras emociones. El mismo cambio de clima hace sentirnos diferentes en medio de estos días calurosos. Así es nuestra naturaleza humana, ¡y qué bien por la vida!
En mis pasadas columnas, cuando escribí sobre la vejez, vista desde un punto de vista positivo y gozoso, han suscitado muchas reacciones entre los lectores. Hubo uno que me escribió que tenía 72 horas de haber llegado a los 60 años, lo que le había provocado cierta nostalgia por los años pasados, pero que después de haber leído el mensaje de la semana pasada había reflexionado en lo afortunado que era y había tomado otra actitud. ¡Estaba viviendo sus seis décadas con optimismo!
Un lector me escribe desencantado de los años de la vejez que lo agobian y me dice: “Rina, llegar a viejo es lo más triste”. Tiene 80 años. Aprovecha su mensaje para desahogarse y escribir lo que siente: “Muchas veces no le queda a uno otra alternativa que resignarse a su vejez y esperar la voluntad de Dios, si es que aún se puede seguir viviendo estos días cansados y tediosos, hasta llegar al día final. Eso es lo que yo espero en medio de la lentitud del tiempo”.