Karin Slowing

NOTAS DE Karin Slowing

Espero que hayan pasado una Nochebuena y día de Navidad muy bonitos, acompañados y queridos por su familia y amigos. Estamos a pocos días de que finalice el 2018 y también deseo que su balance del año que acaba sea mucho más positivo que el que podemos sacar como sociedad. Sobre todo, desearía que el 2019 fuera un año diferente a los que hemos vivido últimamente en el país y en la región. Desafortunadamente, los Morales, los Hernández y los Ortega-Murillo que asolan Centro América no se convertirán en calabazas podridas con las doce campanadas de la Noche Vieja. Tristemente, estamos inmersos en una cuenta del tiempo que se pinta de despotismo, autoritarismo y destrucción de las instituciones democráticas; un ciclo de tiempo que parece no acabar y que no lo cortarán ni las fiestas de fin de año, ni el arranque del proceso eleccionario en Guatemala; y posiblemente, ni siquiera las elecciones mismas que ocurrirán en 2019, a menos que nosotros hagamos algo diferente.
Conocí Raxruhá en 1997. Tomaba como seis horas de muy mal camino llegar de Cobán hasta Chisec; se estaba haciendo la carretera que ahora conecta ambos lugares en Alta Verapaz. La nueva carretera acompañaba al oleoducto que llevaba el “oro negro” extraído de los campos de Rubelsanto y del ramal del campo Xan en Petén, rumbo a Santo Tomás de Castilla. Ambos ramales convergían en Raxruhá, en ese entonces, todavía una aldea de Chisec. Polvoriento, caluroso, apenas si había alguna infraestructura. Más que aldea, este solía ser un corredor migratorio de convivencia histórica con la agricultura de subsistencia. En ese entonces parecía una especie de enorme campamento de trabajadores que llegaban atraídos por la posibilidad de trabajo generado por el oleoducto y la construcción de la Franja. Y con ellos, mujeres y niños en precarias condiciones de vida y de salud.
Estoy entrando en esa época de la vida donde comienzo a saber tanto de amigos que se adelantan en el viaje a la muerte, como de otros que están dando a su vida un segundo o tercer aire, sea por un nuevo matrimonio o porque están comenzando a ser abuelos. Si bien no hay certidumbre más grande que el hecho de que inevitablemente todos moriremos, no hay manera de evitar ese dolor que acompaña la noticia de que un amigo se nos va, especialmente, si la partida ocurre en una etapa todavía temprana de la vida.
La mesa de expertos sobre “empleo médico”,  llevada a cabo la semana pasada como parte del Congreso Nacional de Medicina,  fue un espacio para intercambiar acerca de los desafíos que enfrentan los médicos en su ejercicio profesional. Tuvo como antecedente inmediato las demandas hechas por los colegas del Ministerio de Salud, pero no se circunscribió a esta situación, entendiendo que la solución, para ser sostenible, demanda otro conjunto de medidas más allá del incremento salarial otorgado por el Congreso.
El Congreso Nacional de Medicina arranca el jueves 29 y aborda varios temas interesantes para la política pública de salud. Uno de ellos es el del empleo médico. Posiblemente para el jueves que da inicio la actividad, el Congreso,  en pleno proceso preelectoral, se haya congraciado con los médicos y resuelva favorablemente su legítima petición. Valga recordar que cada cierto tiempo se dan estas crisis de recursos humanos en el MSPAS: atrasos en el pago de salarios y honorarios, personal que trabaja por contrato cuando en realidad cumple funciones institucionales y bajos salarios.
La arremetida del #PactoDeCorruptos sigue en progreso. Enero 2019 será un mes que puede traer cambios en la correlación de fuerzas tanto a escala  global como local y se blindan frente a la posibilidad de que les sea adverso. Por eso han acelerado el ritmo con el que pervierten todas las herramientas que ofrece el sistema democrático para prolongar su control, hasta que puedan asegurarse un ciclo más de impunidad.
Cambiar las políticas farmacéutica y de servicios de salud.
Las acciones regresivas del #PactoDeCorruptos parecen no tener fin. A pesar de que la Constitución establece la autonomía de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) y obliga la asignación de no menos del 5% del presupuesto anual del Estado para la universidad, el dictamen emitido por la Comisión de Finanzas del Congreso reduce su presupuesto para el 2019 en 259 millones de quetzales. No solo su presupuesto ya era insuficiente para enfrentar el incremento de la población estudiantil y mejorar la calidad de la educación, sino que ahora, encima, sufre este inaceptable recorte.
Último trimestre del año. Ya se fue el mes de octubre y viene la aprobación del nuevo presupuesto, el que servirá para financiar el supuesto año electoral. En otros países, antes de aprobar uno nuevo se hace una revisión de cómo ha ido la ejecución del año en curso y de períodos previos. Es un parámetro para ver la razonabilidad del nuevo estimado de gasto que se propone. En los más avanzados, se rinden cuentas de lo que se logró y de lo que se quiere hacer con el nuevo presupuesto. En Guatemala, eso no ocurre. Lo más cercano es el ejercicio que el anterior ministro de finanzas denominó “presupuesto abierto”, donde cada ministerio va y pide a viva voz lo que dice que necesita para hacer lo que dice que va a hacer. Ninguna verificación ex post de qué fue lo que terminó haciendo con lo que se le dio. Así va año con año, la piñata de los millardos.
Por momentos, el panorama desolador que vivimos actualmente en Centroamérica baja los ánimos hasta al más necio de los optimistas. ¿Podremos alguna vez romper con esta tara histórica que nos arrastra al abismo de la desolación y el autoritarismo cada cierto tiempo? ¿Son solo breves respiros de esperanza de libertad lo que tenemos derecho a vivir en estas tierras? Y solo algunos de nosotros, además, porque para la mayoría  esta divagación es por demás banal. Jamás han visto otra cosa en su vida que el rostro brutal de una economía que los excluye y de un sistema político que los utiliza cada cuatro o cinco años.