Los 10 mandamientos se resumen en dos: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, como a uno mismo. Luego, debemos amarnos a nosotros mismos. Una cosa es ocuparse de uno mismo -con una vida sana- y otra es ese desorden que hace que nos consideremos el centro de todo, que hagamos girar todo a nuestro alrededor, que solo nos interesen las cosas que nos benefician, que queramos que todos nos alaben, que alimenten nuestro ego. Alguien dijo que hay personas tan pobres que solo tienen dinero. No es malo en sí tener dinero; pero la persona puede tener otras cosas que la enriquecen más. También el amor al prójimo debe tener un orden. Ser conscientes de que ese orden tiene una evolución, va cambiando.