Juan Alberto Fuentes Knight
NOTAS DE Juan Alberto Fuentes Knight
A un año del inicio de las movilizaciones sociales se percibe una restauración política con los mismos actores dominantes: el Cacif, la Embajada de los Estados Unidos y políticos tradicionales. En el Congreso logró predominio numérico una bancada oficial que ha dado muestras de corrupción y racismo. No hubo una gran renovación de la Corte de Constitucionalidad y todo apunta a que las reformas de la Ley Electoral y de Partidos Políticos buscarán consolidar y no democratizar nuestro perverso sistema de participación político-partidaria. El poder Ejecutivo, sin rumbo, no logra atender problemas básicos como los de salud.
Abrir una cuenta a nombre de una empresa “de cartón” en un paraíso fiscal como Panamá o las Islas Vírgenes británicas para evitar que se sepa quién es el dueño del dinero o de los activos depositados en esa cuenta va a ser muy difícil en el futuro cercano. Las empresas, empresarios y políticos guatemaltecos que lo han hecho deben resignarse: sus cuentas ya no estarán protegidas por el secreto bancario. Tendrán que divulgar a autoridades de diversos países el origen, propiedad y monto de los recursos depositados en estas cuentas. Los portavoces de los que tienen estas cuentas opacas, o los representantes de los bufetes de abogados que han creado las empresas fantasmas y que han abierto las cuentas en países como Panamá, justifican estas acciones como “legales”. Dicen responder a necesidades de privacidad y seguridad. Pero el propósito principal de estas cuentas disfrazadas es que no se sepa quién es el dueño de los recursos porque el valor del dinero que se mueve es muy alto, y es de origen ilícito o no se quiere pagar impuestos. El tema de discusión no es si tener o no estas cuentas; el tema central es si las autoridades sabrán quiénes serán sus dueños.
En enero de este año el Fondo Monetario Internacional redujo las tasas de crecimiento económico mundial que meses antes había estimado para el 2016. La semana pasada, y después de numerosas advertencias acerca de lo negativo que sería un aumento de la tasa de interés por parte de los Estados Unidos para la economía mundial, Janet Yellen, presidenta del banco central de ese país (la Reserva Federal), reforzó la idea de que la política monetaria norteamericana cambiaría un tanto.
Guatemala, con 16 millones de habitantes, representa en torno al 2.6% del total de la población de América Latina, que en 2015 rondaba 610 millones de personas. Sin embargo, los guatemaltecos en una situación de pobreza, que son alrededor de 9 millones de personas, representan en torno al 5.4% del total de pobres de América Latina, que según la CEPAL sumaban alrededor de 168 millones en 2014. Hay una proporción mucho mayor de pobres en Guatemala que en el resto de América Latina. Es el resultado de la estrategia de desarrollo de largo plazo impulsada en Guatemala en la década de 1990. Otros resultados de esta estrategia: la altísima tasa de desnutrición y pésimos indicadores de salud, educación y seguridad, con parsimoniosos avances que se estancan o interrumpen.
La inflación en Guatemala ha estado por debajo del 2%, no hay un desequilibrio externo, el déficit fiscal está bajo control, y el quetzal es estable. El producto interno bruto, que mide el nivel total de la actividad económica, sigue creciendo por encima del promedio latinoamericano y mundial. Tenemos una política macroeconómica exitosa…
Después de un primer mes de improvisación del gobierno, de cierta iniciativa en el Congreso, y de una actividad continua y serena del sistema judicial, se combinan ahora una restauración de la vieja forma de hacer política y del pensamiento conservador en Guatemala. Al esfuerzo inicial dirigido a favorecer la transparencia del empleo y de los salarios ofrecidos en el Congreso siguió un retorno a la vieja política: lo ejemplificó de manera dramática el traslado masivo de diputados de diversas bancadas hacia la bancada oficial. Fue un engaño. La promesa de que no se acudiría al transfuguismo quedó por los suelos.
“Siembra vientos y cosecharás tempestades”. Los discursos racistas de odio frente a los inmigrantes musulmanes en Europa o en contra de los hispanos en los Estados Unidos son vientos que se están sembrando. El discurso del odio es intolerante, incluye amenazas e insultos en público e incita a la violencia. Está asociado al racismo y a posiciones políticas de extrema derecha, neonazi. Lleva a tempestades: inspira a individuos y a organizaciones radicales para que actúen violentamente. Hace poco un parlamentario alemán denunció a la policía por su inacción ante discursos de odio que dieron lugar a violencia en contra de migrantes. Y el discurso de Donald Trump amenaza con que la persecución en contra de migrantes centroamericanos en los Estados Unidos se vuelva no solo arbitraria sino también violenta.
Muchos guatemaltecos le temen al Estado por razones históricas. El Estado de la Colonia gobernó despóticamente a favor de un grupo de extranjeros y sus descendientes. El Estado liberal del siglo XIX introdujo reformas importantes pero a costa de las poblaciones indígenas. Luego se eternizó en el poder con las dictaduras de Estrada Cabrera y Ubico. Las dictaduras militares que gobernaron entre 1970 y 1985 fueron responsables de asesinatos y masacres.
La decisión de la mayoría del Congreso de que el Ministerio Público no tenga un Consejo también debiera dar lugar a que la SAT no cuente con un directorio. La existencia del directorio refleja una visión corporativista de la gestión pública y es contraria a la idea de una línea de mando clara. No debiera existir una participación decisiva de gremios e intereses privados en la selección de autoridades o en la implementación de políticas, que es lo que implica el corporativismo. Ante la posibilidad de un acuerdo entre el Congreso y el Ejecutivo sobre el tema de la SAT, convendría tener claro que lo que se necesita es una política fiscal unificada y no una política fiscal fragmentada y sujeta a presiones de intereses particulares disfrazados como consejeros técnicos.
Ante los resultados electorales de Venezuela y Argentina, hay quienes lo interpretan como una creciente debilidad de la izquierda en América Latina. Pero en otros dos países del continente la tendencia es hacia la izquierda. En Canadá, hace pocos meses fue electo el nuevo primer ministro Trudeau, de tendencia progresista, después de un claro rechazo a 10 años de gobierno conservador. Y en los Estados Unidos el ascenso de Bernnie Sanders, quien acaba de ganar las primarias demócratas en New Hampshire, así como la creciente inclinación de Hillary Clinton hacia la izquierda, son síntomas de una tendencia más general.