Jaime Córdova Palacios
NOTAS DE Jaime Córdova Palacios
Los guatemaltecos sufren extremada ansiedad, muchos con futuro incierto, por el incremento de analógicos golpes naturales —sociales también—, vulnerabilidad, cambio climático, sismos y el grotesco desinterés demostrado por gobiernos responsables de impulsar estrictos programas preventivos que hubieran soslayado a la fecha tantas tragedias que han enlutado al país. En esta triste realidad también están involucrados funcionarios, diputados, políticos, jueces, alcaldes, gobernadores, el Ministerio del Medio Ambiente y Recursos Naturales, fundaciones, instituciones internacionales, entidades benéficas, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres y los propios vecinos en conflicto obligados a resguardar sus propias vidas.
La extrema y dantesca violencia que continúa sacudiendo sin misericordia al país no puede seguir así, de ninguna manera. Algo hay que hacer, y pronto.
Guatemala, a pesar de sufrir repudiables vicisitudes, antes, ahora y no se sabe hasta cuándo, al extremo de ser calificada por el mundo como violenta, criminal, corrupta e insegura, aparte de estar marcada por la naturaleza como excesivamente vulnerable, alcanza afortunadamente valiosos y ejemplares triunfos en el deporte internacional, no obstante ser pequeña, con limitaciones, crisis y suficientes enemigos propios que la atropellan y ensangrientan diariamente con acciones criminales de toda índole.
La ciudadanía sufre de nuevo un profundo sentimiento humano, con expresivo eco internacional, por la horrorosa muerte carbonizada de 40 niñas y adolescentes, muchas otras con graves quemaduras, heridas, fracturas y discapacidad, víctimas del pavoroso incendio registrado en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción —nada que ver con el nombre— cuya tragedia, aparte de producir llanto, tristeza y luto nacional, ha permitido descubrir repudiable corrupción en este supuesto centro de protección infantil, ante la tradicional pasividad de las autoridades específicas.
El resultado de la investigación del asesinato de dos periodistas, cometido hace dos años, en Mazatenango, reafirma una vez más cómo muchos personajes de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial han tocado fondo corrupto, producto de la nefasta descomposición política.
DURANTE LAS FESTIVIDADES de fin de año, por tradición se quema mucha pirotecnia en todo el país, no obstante el alto costo de vida que aflige actualmente a los guatemaltecos y el peligro extremo para los niños, pues ignoran las consecuencias que estos artefactos pueden dejar en su cuerpo, inclusive de manera indefinida en muchos casos, por reconocida irresponsabilidad de muchos padres y familiares obligados a protegerlos y evitar que manipulen esos juegos, que debieran ser solamente para adultos.
Desde hace años no se había observado a fondo tan enérgica embestida por las autoridades responsables de la seguridad ciudadana contra estructuras criminales, grandes, medianas y pequeñas, que con toda libertad han cometido robos, asaltos, secuestros, extorsiones y asesinatos que mantienen de luto y sin poder reparar su dolor a un fuerte sector de la población y atemorizada a toda la ciudadanía pacífica, honrada y trabajadora, que indefensa repudia tan nauseabunda crisis generalizada y exige, no ruega, con mucha razón, un urgente y obligado cambio en su anhelo de poder vivir de nuevo en tan ansiada y santa paz.
Después de tantos años de elevadas, violentas y diarias tragedias provocadas de manera extrema por pilotos irresponsables, amigos de tan desordenado tránsito de vehículos, cuyos crespones negros marcarán siempre dolor y sufrimiento en miles de hogares que han perdido a sus seres queridos, víctimas inocentes de un servicio pagado, culpa del desordenado tránsito vehicular, irrespeto a las leyes y desmedido abuso de pilotos al manejar ebrios, drogados, a excesiva velocidad, hablando por celulares o pensando en el “loro de doña Pancha”, los señores diputados, con extraño y repentino despertar o golpe de conciencia, aprobaron la Ley para el Fortalecimiento de la Seguridad Vial, con algunos artículos muy flojos.
La función periodística es muy delicada, sacrificada y peligrosa, aborrecida por gobiernos dictadores, antes, y por funcionarios, politiqueros y poderosos, ahora. Según la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Guatemala ha ocupado un tercer lugar en violencia contra periodistas en América Latina y Estados Unidos, seguida de México y Brasil, y en un lapso mayor, un quinto puesto con más muertos, atrás de Colombia, México, Brasil y Honduras. Las repudiables tragedias no han acallado al gremio, ni lo lograrán jamás, jamás.
Y dale con lo mismo. disculpen los lectores y la sociedad, pero tenemos la obligación de insistir ante las autoridades acerca de la urgente necesidad de aplicar cambios sistemáticos, no circunstanciales, para alcanzar metas concretas, con esfuerzo, voluntad y responsabilidad, contra repugnantes hechos violentos que a diario impactan el corazón del guatemalteco honrado, no obstante los acertados golpes a estructuras criminales de todo calibre, ejecutados por la CICIG, el Ministerio Público y el Ministerio de Gobernación con sus diversas policías, con el apoyo del Organismo Judicial. La población decente aplaude esta acción contra desequilibrados mentales que siguen manchando con sangre inocente nuestro suelo patrio. Lo entes investigadores al parecer necesitan más presupuesto y personal, para cubrir todo país. La CICIG está ya en Quetzaltenango.