Virgilio Cervantes cree que la solidaridad es un acto  de bondad.

“El ayudar a alguien llena el espíritu”, dice Javier Alejandro Díaz Carrillo, quien sacó de la rutina a un joven que limpia vidrios de carros en la calle Martí.

“La bondad hace mejores personas”, dice William Ávila, quien junto a su familia ayudó a una madre soltera en su negocio en el mercado de Chimaltenango.

“Los niños deben de ser felices”, dice Adriana Casasola, quien recolectó más de cien regalos para los lustradores y vendedores del parque Enrique Gómez Carrillo.

“Dar significa más cuando hay  corazón”, dice Fabiola Mazariegos, una voluntaria que repartió bolsas con sorpresas a niños y adultos mayores en la calle.

“Un simple gesto hace un gran cambio”, dice Pilar Moreira, quien compartió panquecitos cocinados por ella con 20 niños especiales de casa hogar.

“Es tan fácil hacer feliz a alguien”, dice Lucía Noemí Mendoza, quien llevó de paseo a una mujer trabajadora de 64 años.

“Cuando uno comparte, todo es más alegre”, dice Mariajosé Echeverría, quien junto a su grupo de la iglesia, llevó a diez niños al cine. 

“La sonrisa de un niño paga todo”, dice Paulina Villela, quien llevó a dos niñas que venden dulces en la calle a que se divirtieran al Irtra de Mundo Petapa. 

“Compartir es la mejor enseñanza”, dice Yeymi Pérez una joven que regaló frazadas a las mujeres de la Maternidad del hospital San Juan de Dios.