CATALEJO
Mensaje a quienes no quieren vacunarse
El mundo se ha dividido a partir del inicio de la pandemia del covid 19 en dos grupos: quienes tienen posibilidad de vacunarse y quienes no la tienen. Los primeros, a su vez, se dividen en quienes van a hacerlo y quienes no desean hacerlo. Por tratarse de una pandemia, es decir, una epidemia generalizada a todos los miembros de una comunidad —en este caso, el mundo—, esa decisión tiene el efecto de un seguro aumento de contagios y de muertes de personas inocentes y deseosas, pero imposibilitadas de vacunarse, aunque también de quienes se niegan tercamente a hacerlo. Esto también es resultado de absurdas órdenes de líderes religiosos o de políticos influyentes en la capacidad intelectual de grandes masas poblacionales ignaras e incapaces de razonar.
Algunas personas, con un aceptable grado de preparación académica y criterio ideológico, tienden a caer en teorías de la conspiración, cada vez más absurdas, como el considerar peligrosa la vacuna porque a los vacunados les será implantado un chip para vigilarlos. Otros miembros de este grupo se van a criterios con alguna validez cuando no son exagerados y simplistas, al recurrir a verdades científicas, como la imposibilidad de asegurar al cien por ciento la eficacia de la vacuna. Pero su propósito no es eliminar al covid 19, sino permitir al cuerpo estar mejor preparado cuando ocurra un contagio. Otro grupo se fija en el negocio multimillonario de la fabricación de las vacunas. Pero esto se relaciona con negociaciones para evitar inmorales meganegocios con la salud humana.
' La decisión de no vacunarse puede ser analizada desde múltiples puntos de vista, pero tiene especial relación con la ética y el bien común.
Mario Antonio Sandoval
La ética también puede decir algo a este respecto. Si se acepta como ético el resultado de una acción humana —fabricar vacunas— es correcta la venta de las grandes corporaciones extranjeras, porque ese efecto —salvar vidas— tiene una validez ética a toda prueba. Si la calidad de correcto está en el hecho en sí mismo, sin fijarse en sus efectos, lo ético será la aplicación de las vacunas, aunque no sean efectivas. Este campo filosófico admite la posibilidad de dar una validez ética a la aplicación de esa vacuna inicial, porque es la única en ese momento, aunque después surja una nueva y mejor. Al respecto de la venta de vacunas, la validez ética radica en no incrementar enormemente las ganancias y además ceder el derecho de fabricación a otras empresas, porque es lo correcto.
Algunos rechazan la vacunación porque interfiere con su libertad humana, lo cual resulta ser una aberración conceptual, porque esa libertad de un individuo termina cuando comienza la de otra persona. Pensar “yo considero ético hacer un acto de libertad, sin fijarme si voy a provocar mi muerte o la de muchas otras personas”. Ese prójimo tiene el derecho a la existencia de límites a una libertad absoluta y ciega, porque el bien común sin duda es superior al beneficio individual, y no solo en lo económico. Por aparte, la corrupción es rechazable por inmoral, pero en estos casos asciende a un mil por ciento de asco. A consecuencia de esto, Guatemala ya es un país donde el color rojo, símbolo de la pandemia, marca el 95 por ciento de los departamentos.
Quien tiene un familiar o amigo cercano fallecido porque no quiso vacunarse, se pregunta con lágrimas el motivo de esa decisión. En las últimas tres semanas, dos de mis gentes murieron por esa causa, dos conocidos también, otros dos están peleando inútilmente para eliminar la neumonía. Dos lograron vencer a la muerte. Las razones van desde capricho, órdenes del pastor, hasta excesiva confianza e irresponsabilidad. Surge una mezcla muy dura de dolor y cólera ante la imposibilidad de aceptar esa decisión mortal. Esta aparece también cuando otras personas cercanas insisten en los pretextos para no vacunarse. Desde el punto de vista filosófico, no es aceptable poner con intención en peligro a los demás. Termino rogándole a quienes no se han vacunado, hacerlo.