EDITORIAL

Bondad que ayudó a miles de guatemaltecos

Décadas de trabajo tesonero, múltiples reconocimientos a la excelencia empresarial y a sus amplias iniciativas benéficas, miles de agradecimientos y bendiciones son parte de la huella que deja Yolanda de Cofiño, fallecida ayer, pero a quien le sobreviven valiosos aportes. Nació en Chile, pero se sentía profundamente guatemalteca, y ello se traslucía a través de sus iniciativas de amplio beneficio, tales como la construcción de las casas Ronald McDonald para hospedar a niños que convalecían de cirugías y tratamientos hospitalarios pero que por provenir del interior del país no tenían dónde quedarse, ellos y sus padres. “Un hogar lejos del hogar”, las consideraba doña Yoli, como le llamaban cariñosamente sus colaboradores.

Junto con su esposo trabajaron muy fuerte en la franquicia de restaurantes McDonald’s, afrontaron duros obstáculos y ella misma asistió a la Universidad de la Hamburguesa, en Oak    Brook, Illinois, EE. UU., según solía relatar en entrevistas. Adquirió conocimientos de mercadólogos y expertos en diversas disciplinas de dicha compañía global; sin embargo, también aportó dos aspectos fundamentales: el concepto de la hoy llamada cajita feliz, ideada en Guatemala, y también la prestación de servicios para fiestas infantiles que pasaron a formar parte de la operación global.

A final de cuentas, ella sintetizaba el origen de tales aditamentos en un concepto fundamental: el buen servicio al cliente, que es quien le da razón de ser y existir a cualquier empresa. Solía recalcarlo con frecuencia, al igual que la necesidad de crear una cultura de responsabilidad social en las compañías. Fue a partir de ello que ideó diversas formas de servir a la comunidad guatemalteca.

Cuando la franquicia cumplió 25 años de llegar al país, doña Yolanda quiso celebrar de una manera que beneficiara directamente a quienes más lo necesitaban. Fue así como surgió el llamado McDía Feliz, en el cual se destina el total de ventas de un día para diversos proyectos de la fundación infantil, entre ellos las casas de Ronald, pero también donativos a fundaciones benéficas dedicadas a la atención de niñez con desnutrición o padecimientos cardíacos, así como a la construcción de viviendas para personas de escasos recursos.

La dinámica creció a tal punto que año con año involucra a artistas, deportistas, autoridades y medios de comunicación. Pero De Cofiño no se arrogaba ningún crédito. Tenía el don de la humildad, y ante el éxito de estas campañas afirmaba: “A los guatemaltecos siempre les gusta ayudar”.

Coincidentemente, ayer trascendía la noticia de que una de las casas de Ronald se estaba acondicionando nuevamente para brindar albergue a médicos que prestan sus servicios en hospitales nacionales ante la nueva escalada de casos de covid-19. Ya en el 2020 se había dedicado una de estas instalaciones, con alimentación, todos los servicios y protocolos sanitarios indispensables para el descanso seguro del personal hospitalario, y así evitar que tuvieran que ir a sus casas.

Es triste despedir a una persona admirable que en vida aportó tanto al crecimiento y bienestar de miles de guatemaltecos, no solo con emprendimientos altruistas, sino a través de la generación misma de empleos. La impronta de Yolanda de Cofiño debe servir como un testimonio concreto y coherente de que el éxito verdadero siempre va acompañado de solidaridad y sentido de humanidad. Descanse en paz.

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