Opinión: Mi país (Túnez) ya ha sufrido una dictadura; no podemos regresar a lo mismo

Rached Ghannouchi, The New York Times

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El gobierno de un solo hombre no es la solución para los problemas económicos de Túnez.

La mañana del 26 de julio, mis colegas y yo —todos miembros del Parlamento elegidos democráticamente— nos encontramos con que el edificio del Parlamento estaba rodeado por tanques del ejército y que el presidente Kais Saied había ordenado que se bloqueara nuestro acceso.

En un discurso televisado la noche anterior, Saied anunció una serie de medidas, de las cuales la más alarmante fue la suspensión del trabajo de la legislatura electa. Saied revocó la inmunidad de los miembros del Parlamento, despidió al primer ministro y consolidó el poder judicial y ejecutivo en sus manos. Al hacer esto, Saied busca anular los resultados de toda una década de trabajo arduo de los tunecinos que han luchado por reformas democráticas. Creo que sus acciones son inconstitucionales y amenazan la democracia de Túnez.

Realicé una sentada frente al edificio del Parlamento, pero a final de cuentas decidí irme e instar a otros a hacerlo porque me preocupaba que una posible confrontación terminara en un derramamiento de sangre. Ha pasado casi una semana y seguimos en un punto muerto. Como líder del partido más grande en el Parlamento, escribo esto con la esperanza de encontrar una salida a la crisis.

La insatisfacción de los tunecinos con respecto al desempeño de los líderes políticos es legítimo. En semanas recientes, el país ha sido testigo de un peligroso aumento en los casos y las muertes por covid-19, pues el sistema sanitario ha tenido problemas para responder de manera eficaz a la crisis. También enfrentamos una difícil situación económica y una larga crisis política.

Hace más de una década, Mohamed Bouazizi, un vendedor tunecino de frutas y verduras, se quemó a lo bonzo y se convirtió en el catalizador de las protestas de la Primavera Árabe. Aquí en Túnez, sus acciones ayudaron a ponerle fin a más de cinco décadas de dictadura, las cuales fueron marcadas por una corrupción endémica, la represión de la disidencia y un subdesarrollo económico. El descontento actual no es una cruzada por la libertad, sino una insatisfacción en torno al progreso económico.

Prometimos nunca olvidar aquello por lo que lucharon Bouazizi y miles de tunecinos de todas las creencias políticas. Buscamos redactar una nueva constitución que consagrara el Estado de derecho y la separación de poderes; construir nuevas instituciones que protegieran las libertades individuales y colectivas; y, sobre todo, nos comprometimos a respetar las urnas. La Constitución tunecina de 2014 fue elogiada como una de las más progresistas del mundo árabe. Sin embargo, en la actualidad, la está despedazando Saied.

Saied dijo que tomó esas medidas para que regresara la paz social al país. También señaló que estas eran temporales. Por el contrario, estas decisiones siguieron el manual para establecer un régimen dictatorial. Saied citó el artículo 80 de la constitución, el cual le permite tomar medidas extraordinarias si hay un “peligro inminente” que amenace la nación. No obstante, el artículo 80 también estipula que primero debe consultar al primer ministro y al presidente del Parlamento, y que el Parlamento debe estar en un estado de sesión continua para supervisar las acciones del presidente durante este periodo. Al suspender el Parlamento, Saied ha imposibilitado la condición conforme la cual se puede aplicar el artículo.

Las maniobras del presidente destrozaron el sistema de separación de poderes basado en los controles y equilibrios que estableció el pueblo tunecino y sus representantes electos.

Algunos opositores políticos están intentando justificar estas medidas anticonstitucionales reviviendo las diferencias ideológicas entre los llamados secularistas e islamistas. Ninguna de las etiquetas se ajusta del todo a alguno de los bandos. Consideramos que nuestro partido, Ennahda, es un partido demócrata musulmán, pero el ataque no es en contra de un partido político en específico, sino contra la democracia tunecina en conjunto.

Este intento de golpe de Estado en contra de la constitución y la revolución democrática es un ataque a nuestros valores democráticos. Las maniobras deben enfrentar una condena clara y fuerte de parte de la comunidad internacional. Túnez es la única democracia que surgió de la Primavera Árabe y, para muchos árabes, sigue siendo una fuente de esperanza en su búsqueda de la democracia.

Túnez ha tenido una gran cantidad de problemas. Hemos enfrentado la tarea colosal de construir un nuevo sistema democrático y al mismo tiempo hemos lidiado con una serie de crisis económicas y sociales profundamente arraigadas a nivel estructural. Hemos tenido dificultades con una ley electoral que produce un Parlamento fragmentado y requiere de la formación de gobiernos de coalición. Nuestro progreso al momento de construir una democracia, implementar reformas sociales y económicas, y combatir la pandemia ha sido lento. Sin embargo, estas crisis no justifican el acto de destrozar la Constitución ni de poner en peligro a todo el sistema democrático.

El gobierno de un solo hombre no es la solución para los problemas económicos del país. Una dictadura lleva invariablemente a un aumento de la corrupción, el nepotismo, las violaciones de los derechos individuales y las desigualdades.

De todo corazón, espero que Saied dé marcha atrás a sus decisiones. Hay varias medidas constructivas que puede tomar en este momento y los aliados de Túnez en la región y en Occidente deberían respaldarlo para que las lleve a buen puerto.

Se debe permitir que el Parlamento funcione para votar a favor de un nuevo gobierno y embarcarnos en audaces reformas económicas a fin de resolver la pandemia y el desempleo. Espero que Saied se involucre en un diálogo nacional para encontrar la mejor solución a este punto muerto.

Debemos basarnos en nuestros logros para construir, en vez de desechar la democracia. En el pasado, hemos visto cómo reunir todos los poderes en las manos de una sola persona llevó a nuestro país a desplomarse hacia la oscuridad y la desesperanza de una dictadura. Túnez ya ha superado sus problemas por medio del diálogo nacional y somos capaces de hacerlo de nuevo.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

 

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