CATALEJO
Consideraciones sobre algunos sucesos de ayer
Resulta complicado comentar lo ocurrido en un día como ayer, porque tanto los triunfos como los fracasos señalados por las partes en disputa pueden ser calificados de manera distinta y también contradictoria. Vale la pena señalar la cordura general, traducida en ningún incidente de violencia, aunque sí de altercados. Quienes convocaron a un paro nacional en realidad fracasaron, por no lograr detener al país, y a esto se une la reacción adversa de quienes sufrieron menoscabo a derechos como de libre circulación. Quedó comprobada, eso sí, la capacidad de efectos negativos con potencial peligroso de las acciones coordinadas por grupos pequeños colocados en puntos estratégicos de las carreteras y las ciudades, especialmente la capital.
' Juan Francisco Sandoval fue considerado pieza cambiable. Consuelo Porras es pieza importante pero también sustituible en el juego político.
Mario Antonio Sandoval
Los llamamientos para respetar el derecho ajeno para la práctica de las protestas lograron sin duda el apoyo de quienes fueron afectados. Los poco significativos efectos se circunscribieron de nuevo, como otras veces, al tema económico, pero desde una perspectiva política, la jornada de ayer no tuvo efectos reales, porque el descrédito de Alejandro Giammattei y Consuelo Porras ya no puede ser mayor. Por eso, los ojos ciudadanos deben dirigirse a instituciones y personas extranjeras con conocimiento no solo de la situación del país, sino de algunos o muchos de los actores principales o coyunturales, participantes directos o indirectos en la actual inestabilidad del país, con posibilidades de convertirse en crisis si no se actúa de manera precipitada.
Una de esas voces es la del exembajador estadounidense Steve McFarland, quien estuvo por ocho años como diplomático en Guatemala y publicó ayer por redes sociales un largo y documentado comentario sobre cómo se ve lo ocurrido aquí. Entre sus criterios destaca cómo puede ser la reacción en Washington ante un socio ahora adversario y poco confiable, con autoridades convencidas de la dependencia de Estados Unidos en los importantísimos temas de migración irregular y narcotráfico. A mi criterio este debe ser el escenario desde donde deben ser analizadas las decisiones de Giammattei, quien es visto con desdén por el alto sector económico, preocupado porque un gobierno de centro izquierda sea el resultado de una buena gobernanza.
Evidencia miopía minimizar las protestas callejeras, porque los guatemaltecos, a diferencia de españoles o venezolanos —por ejemplo—, no tienen costumbre de salir a las calles debido a desidia, temor, desgano, necesidad de trabajo y de-más. Es ciego ignorar el efecto imposible de medir en redes sociales. La participación de grupos de ciudadanos departamentales, por ser significativo, aunque no numeroso. Ese malestar escapa a lo puramente ideológico y por eso resulta equivocado considerar la ausencia física de personas como prueba de una determinada doctrina política. El rechazo existe y aumenta conforme son enviados videos de declaraciones y promesas públicas de quien desde haber asumido comenzó a cambiarlas y a incumplirlas.
La intolerancia a las críticas es explicable en políticos con características adicionales como la terquedad y el convencimiento de tener todas las verdades posibles en el ejercicio de la política. Se afianza, a veces en forma lenta y otras acelerada, precipitada, el convencimiento de la existencia de malas intenciones en toda expresión diversa a esa “superverdad”. En ese sentido causa extrañeza la “preocupación” presidencial por el cese de desconocida temporalidad de la colaboración estadounidense con el Ministerio Público, difícil de normalizar por los duros epítetos a todo nivel provenientes de Washington. Sandoval fue visto como un fusible cambiable. Porras también lo es.