REGISTRO AKÁSICO
Un perturbador aniversario comunista
Cien años del Partido Comunista Chino, organización que lidera un país con dimensiones continentales de economía pujante, se celebran sin cabal conciencia de su significado. Falta en los juicios, la promoción de un futuro mundial pacífico. El insensato regodeo está lleno de intolerancia sin límite, la falta de aprecio por la negociación en disensos y la consideración inevitable del conflicto militar.
' Sin entendimiento no se conseguirá un futuro seguro para la paz y la amistad entre los pueblos.
Antonio Mosquera Aguilar
Se efectúa una descripción obscena de la historia china de la segunda mitad del siglo pasado, basada en una acusación continuada de grandes matanzas. El intento de animar la economía en las dilatadas áreas afectadas por la Segunda Guerra Mundial, conocido como salto adelante, carece de un juicio balanceado. Hechos positivos, como reanimar la economía rural y hechos negativos, como el fracaso en incrementar la producción sin tecnología moderna, se desconocen. Se endilga la responsabilidad por la carencia de medios de sustento, al régimen comunista que despuntaba.
Igual pasa, con la conocida revolución cultural china, un evidente intento izquierdista, de conseguir redistribución de la renta a través de la destrucción de la cultura opresiva, patriarcal y de propietarios. La idea llevó a excesos políticos por parte de un pequeño grupo de dirigentes. La propuesta de considerar el resultado de las asambleas como verdades o criterios adecuados para una mejor organización productiva, científica y social, demostró ser un fracaso.
En consecuencia, los experimentos chinos dejan varias lecciones que merecen atenderse. La producción y la productividad necesitan de la mejor tecnología. Adecuarla no es volver a las formas manufactureras del siglo XIX, sino decidir entre opciones presentes. No hay, solo una manera de hacer las cosas. En un país pequeño, como el nuestro, tales enseñanzas deberían llevar al abandono de las decisiones únicas: el gusto por el monopolio en las instituciones autónomas; la falta de libertad de comercio; dejar solo a los ricos, la dirección económica etc. La innovación debe estar adecuada a la dimensión del país y dejar de considerar como imposible, la adopción de la tecnología moderna.
Las temáticas de la revolución cultural no han sido superadas por la izquierda nacional. La idea del consenso como criterio de verdad, sin importar participar del absurdo. La repetición de dogmas sesenteros, como base de la acción política. La dirección intolerante de los asuntos públicos, con el consiguiente ostracismo de los críticos. Muchas veces, esa dirigencia impulsora del bulo patrocinado por una potencia, malogra iniciativas fundadas en prejuicios, donde se imponen dogmas y consignas superadas por inútiles.
La mirada actual sobre la China Popular, no observa su política exterior. Los centroamericanos han vendido su futuro por un plato de estadios para jugar futbol. No consideran la armonización de los intereses ahora divergentes; pero posibles de acuerdo, en ambos lados del estrecho de Taiwán. Solo se consideran salidas bélicas, por ahora inexistentes.
Tampoco están atentos a China, con su iniciativa de la nueva ruta de la seda, adjunta a la agenda de crecimiento: hay que mejorar las comunicaciones. Nuestro país se encuentra comprometido con el monopolio del transporte por combustión interna. Y, aun así, no se generalizan las carreteras; se olvida la comunicación ferroviaria o terrestre eléctrica. Mucho menos la comunicación aérea o fluvial y marítima; simplemente, se carece de la mínima idea para un proyecto de apertura a los países vecinos del istmo e islas. Con ladridos contra China, no se aprende nada.